sábado, 30 de abril de 2011

La foto desaparecida

Una imagen vale más que mil palabras. Es la trillada frase que usamos en el ambiente periodístico para explicar el inmenso poder informativo y documental que puede tener una fotografía.
Hay fotos que ayudan a derribar gobiernos dictatoriales, como la del reportero norteamericano que fotografió su propio asesinato en la Nicaragua de Somoza, y precipitó la victoria del Sandinismo. O fotos que desnudan crímenes horrendos, como la que muestra a personas tratando desesperadamente de romper las puertas cerradas del incendiado Supermercado Ycua Bolaños en el siniestro 1-A paraguayo.
Hay también fotos que provocan asesinatos. Como la que obtuvo el fotoperiodista argentino José Luis Cabezas, revelando cuál era el verdadero rostro del empresario mafioso Alfredo Yabrán en la portada de una revista, atrevimiento que hizo que Cabezas acabara quemado vivo en enero de 1997.
En Paraguay, a veinte años del asesinato del periodista Santiago Leguizamón, una sorprendente revelación sugiere que fue también una foto la que precipitó el crimen. El comunicador Vicente Brunetti asegura que, poco antes de ser asesinado, Leguizamón le mostró una foto en la que aparecen juntos el narcotraficante colombiano Pablo Escobar Gaviria, el empresario fronterizo pedrojuanino Fadh Yamil y el entonces presidente Andrés Rodríguez. Era parte de evidencias que estaba recolectando sobre los presuntos nexos del mandatario paraguayo con el narcotráfico internacional. El periodista no pudo publicar los resultados de su investigación. Fue acribillado el 26 de abril de 1991, en la frontera de Pedro Juan Caballero, y la foto nunca fue hallada.
Veinte años después, se reafirman las presunciones de que la Policía y la Justicia paraguayas, en lugar de esclarecer el crimen, se ocupó de ocultar y hacer desaparecer las pruebas.
Veinte años después, los lazos entre narcotráfico y política aparecen más visibles que nunca. Lo afirmaron la viuda y los hijos de Santiago, y lo reafirmaron los colegas Humberto Rubín y Alcibíades González Delvalle, en la noche del miércoles 27 de abril, en un panel debate en la Universidad Católica: uno de los más potenciales candidatos a presidente de la República para el 2013 fue socio comercial de los Yamil, principales sospechosos de ordenar el asesinato de Leguizamón. Y aunque ellos no dieron nombres, el empresario y candidato colorado Horacio Cartes se puso el sayo y negó las acusaciones en declaraciones al periódico digital Paraguay.com.
Veinte años después, la ciudadanía honesta del Paraguay tiene ante sí un tremendo desafío cívico: reivindicar la memoria de un valiente periodista que prefirió la muerte física a la muerte ética, y evitar electoralmente que la mafia llegue a la presidencia de la República.

viernes, 15 de abril de 2011

No se metan con el guaraní


La caudalosa polémica provocada por los desafortunados tuiteos (mensajes en la red social Twitter) de la locutora de Radio Venus, Carmiña Masi, alabando a una presunta prohibición del idioma guaraní por parte de los directivos del Sistema Nacional de Televisión (SNT), sirvió para algo bueno: ayudó a alejar cualquier amenaza de proscripción de nuestro lenguaje nativo en los medios masivos de comunicación, y reflotó un sentimiento colectivo de defensa y revalorización de un elemento cultural que permanece tan vivo, pero sigue siendo objeto de discriminación, desvalorización y prejuicios por parte de algunos sectores.
No quedó claro si realmente hubo una orden del responsable de prensa del medio televisivo, el argentino Jorge Pizarro, prohibiendo que los periodistas hagan reportajes en idioma guaraní, pues la primera información que divulgó el diario Popular no tenía fuentes responsables identificadas. Ante el desmentido de Pizarro, ningún trabajador del canal avaló públicamente la denuncia, aunque en un reportaje del periódico digital E’a se afirma que periodistas del SNT confirmaron “of the record” que hubo una reunión el 9 de abril, entre Pizarro y el plantel periodístico, en la que el argentino “dio instrucciones de que se evitarán las notas periodísticas habladas en guaraní, y que en último caso, si es inevitable el uso de este idioma, se procediera a su traducción y sub titulación para su publicación en el noticiero y en los programas”.
Tras la repulsa mediática, fue positivo ver como varios animadores televisivos se esforzaban por intentar demostrar que sabían hablar guaraní. También es destacable el pedido público de disculpas de la locutora Masi. Es cierto que uno tiene todo el derecho a expresar su opinión (como los demás tienen de responderle), pero hay cuestiones que tienen que ver con el sentimiento cultural de un pueblo, que exigen una mínima actitud de respeto de quien pretende ejercer el rol de comunicador social. Ojalá realmente haya aprendido una importante lección.
En medio de la hojarasca de opiniones, han resurgido viejos prejuicios, como de que el uso del guaraní entorpece y atrasa nuestro desarrollo como pueblo. Japoina. Lo que nos atrasa no es el guaraní. Lo que nos atrasa es la corrupción, es la pobreza y la ignorancia que corrupción genera, es la mediocridad y la ineficiencia de la mayoría de nuestros políticos y de nuestras autoridades. Por el contrario: el guaraní nos mantiene culturalmente unidos y en resistencia contra este atraso.

sábado, 2 de abril de 2011

Veinte años de impunidad

¿Quién diría que ya se van a cumplir veinte años, Santiago?
Veinte años desde aquella mañana en que te reías en el micrófono de la radio, en ese enlace con Ñandutí desde el Amambay, cuando Humberto pedía que te cuides ante las amenazas de muerte, y vos le respondías sin saber que tus palabras iban a quedar para siempre en el bronce: “Hay dos clases de muerte: una es la muerte material y otra es la muerte cuando uno abandonó la ética y la voluntad de trabajo. Prefiero la muerte física a la muerte ética".
Veinte años desde ese fatídico mediodía del 26 de abril de 1991, en que te despedías de los oyentes de tu programa Puertas Abiertas (sin saber que lo estabas haciendo para siempre) y subías al auto manejado por tu fiel Carapé Cabral, para dirigirte al restaurante El Pato donde los muchachos ya te estaban esperando con botellas de cerveza helada y una suculenta feijoada, sin sospechar que la muerte te aguardaba agazapada en el camino.
Veinte años desde que el siniestro Volkswagen Gol color negro, con vidrios polarizados y puerta derecha abollada, te cerró el paso en la esquina de Rodríguez de Francia y De Jesús Martínez, en plena línea internacional fronteriza entre Pedro Juan y Ponta Porá, y los tres oscuros pistoleros brasileños cegaron con 21 certeros disparos tanta pasión informativa, tanto coraje periodístico, tanta lucha democrática, tantos sueños por hacer posible un país diferente.
Veinte años de indignadas marchas de protesta y de estandartes con tu imagen. Veinte años de pronunciar discursos y depositar coronas de flores frente a tu rostro de metal. Veinte años de una niña y tres chicos que tuvieron que hacerse adultos a la fuerza con la dolorosa ausencia de papá. Veinte años de presidentes de la República y ministros de la Corte Suprema jurando en vano reabrir el caso y llevar a tus asesinos ante la Justicia, mientras dejaban que el voluminoso expediente número 70 se vaya cubriendo de polvareda y telarañas en algún neblinoso rincón de la memoria colectiva.
Veinte años desde que la mafia y el crimen organizado, junto a sus padrinos políticos, les demostraron al mundo qué fácil es asesinar a un inquisidor periodista en el Paraguay, y quedar impunes no solo durante veinte años, sino quizás para siempre. Aunque en la sangrienta y dolorosa huella de aquel crimen horrendo hayan surgido y sigan surgiendo muchos otros seguidores de aquel valiente y luminoso Santiago Leguizamón, que no aprendieron la criminal lección, e insisten tercamente en seguir cuestionando, investigando, informando, denunciando, publicando…