sábado, 23 de julio de 2011

Golpeando las puertas del cielo


Hoy podría haber escrito sobre alguno de los muchos temas trascendentes de la vida nacional.
Describir, por ejemplo, esta rara sensación de déjà vu o película repetida ante el anuncio de que el presidente Fernando Lugo buscará candidatearse a senador para el 2013, tras fracasar los intentos en lograr la reelección. En la anterior película el protagonista era otro, llevaba un pañuelo colorado al cuello. El antagonista de entonces es el protagonista de ahora, que en esa época criticaba a aquel por violar la Constitución, pero hoy él trata de hacer lo mismo que entonces cuestionaba... y ya no le parece mal. ¿Cambia, todo cambia?
O podría escribir sobre el best seller de la semana, el libro publicado desde la cárcel por el líder del llamado Ejército del Pueblo Paraguayo, condenado por secuestro, un texto que hubiera pasado perfectamente desapercibido si algunos herederos del dictador Stroessner no hubiesen clamado por su prohibición y censura previa, convirtiendo el lanzamiento editorial en un acto político y mediático.
O podría dedicar esta columna semanal a la pintoresca prima del jefe de Estado, que porta su apellido presidencial como un escudo de impunidad para dirigir ocupaciones de propiedades y plazas públicas en el Alto Paraná. O a la consumación de un nuevo chantaje por parte de la mafia del transporte, que sigue abultando sus arcas con nuestro dinero a cambio de no llevar al paro a sus chatarras mecánicas.
Sí. Podría escribir sobre las luces y sombras de la Expo. O sobre el recrudecimiento del contrabando. O sobre las marchas y contramarchas en la investigación del crimen de un policía.
Pero... ¿para qué vamos a engañarnos? Ninguno de estos temas hoy despierta interés... por más urgentes, serios o importantes que sean.
Hoy todos estamos en vigilia, con un nudo atravesado en la garganta, abrazados a la querida bandera tricolor, con el alma en vilo y pintada de rojo y blanco... esperando que las manecillas del reloj avancen más rápido, para llegar al exacto y crucial momento de las 15:00 horas del domingo 24 de julio, cuando los once jugadores vestidos con la casaca albirroja ingresen al campo de juego del Estadio Monumental de Buenos Aires... y más de 6 millones de corazones ingresemos juntamente con ellos... a jugarnos la suerte, la gloria, la vida, la alegría, el destino y la esperanza.
Hoy todos estamos -como en el título de la inmortal canción de Bob Dylan-, golpeando las puertas del cielo.
¡Arriba, Paraguay!