lunes, 29 de marzo de 2010

El día después de mañana


Hay que hacerse a la idea: las tormentas llegaron para quedarse entre nosotros, con toda su furia destructiva.
En el Alto Paraná se está volviendo costumbre que, cada tres o cuatro meses, torrenciales lluvias con vientos huracanados dejen a centenares o miles de familias sin hogar. Barrios enteros inundados por las aguas desbordadas de ríos y arroyos, techos acribillados por granizos del tamaño de pelotas de tenis, paredes arrancadas desde los cimientos por la fuerza del ventarrón.
Hasta ahora, la única respuesta de las autoridades es llegar muchas horas o días después, con cargamentos siempre insuficientes de alimentos de subsistencia para unos pocos días y chapas de fibrocemento para reponer los techos destruidos, que quedan nuevamente a merced de la próxima tormenta.
A fines del Siglo XIX, cuando toda la región era una larga franja de indómita selva, un aventurero científico suizo se internó en el corazón de las tinieblas a desentrañar los secretos de la madre naturaleza. En su idílico rincón a orillas del río Paraná, Moisés Santiago Bertoni elaboró un calendario climático que durante más de una centuria fue capaz de predecir con precisión casi milimétrica los días de lluvia en el año, y cada campesino paraguayo podía fijarse allí para programar sus ciclos de siembra y cosecha, o hasta para organizar las fiestas populares al aire libre.
En las décadas del ‘60 y ’70 del Siglo pasado, cuando la dictadura del general Alfredo Stroessner regaló las mejores tierras fronterizas a los grandes “fazendeiros” brasileños, la era de la “sojalización” arrasó con casi todo el bosque Atlántico, dejando vastos campos pelados como mesa de billar. El clima se alteró radicalmente: calor insoportable, tormentas irascibles, y hasta fenómenos nunca antes vistos en esta zona, como las “colas de tornado” o remolinos de nubes.
Hasta ahora convivíamos con el mito de que el Paraguay está a salvo de las grandes catástrofes naturales que azotan a otros puntos del planeta. El vendaval apocalíptico que hirió al país el martes último nos muestra que la naturaleza también nos está pasando la factura de todo el daño irracional que le causamos. Y también nos revela lo frágil, vulnerable e improvisado que somos.
No hay políticas de Estado, ni infraestructura para prever y enfrentar los azotes del clima. Todo es asistencialismos de emergencia, que se limita a repartir víveres y chapas en el día después. Puro parche o aspirina sobre la herida profunda. Correr a apagar incendios, antes que prevenirlos. O un espectáculo aun más triste, como el que se ve en Alto Paraná: El Municipio, la Gobernación y la Secretaría de Emergencia Nacional compitiendo en quien lleva su ayuda con su aparato de marketing electoral, en lugar de trabajar coordinadamente.

sábado, 6 de marzo de 2010

Los increibles magos de Ciudad del Este


El mago estadounidense David Cooperfield hizo desaparecer a la Estatua de la Libertad, durante uno de sus mejores shows en Nueva York. Duró apenas unos minutos, pero le valió ser considerado como uno de los mejores ilusionistas del mundo. En Ciudad del Este, un grupo de anónimos magos paraguayos, disfrazados de funcionarios de Puertos y Aduanas, hicieron desaparecer tres enormes contenedores repletos de mercaderías, en un espectacular show de ilusionismo que ya lleva más de un mes de duración… pero nadie les ha dado el merecido crédito por eso.
Y para que Cooperfield no vea su fama amenazada por sus humildes émulos paraguayos, aparece un fiscal llamado Arnaldo Giuzzio, que evidentemente no cree en trucos de prestidigitación y pretende convencernos de que lo sucedido no fue un show de abracadabra, sino un caso flagrante de contrabando y evasión impositiva.
Para quienes vivimos y trabajamos en esta región de belleza paisajística deslumbrante y conflictos humanos conmovedores, con su realidad más densa y sus muchas maravillas, no es ninguna sorpresa que los mandrakes locales hagan desaparecer camiones y contenedores, o que vuelvan invisibles a enormes depósitos y numerosos muelles piratas. Por el contrario: la sorpresa es que al fin algo se intervenga.
A más de un año y medio del Gobierno de Fernando Lugo, el esquema de contrabando y tráfico ilícito en la frontera Este no ha variado mucho de lo que era en la época de los gobiernos colorados. Los puertos clandestinos sobre el río Paraná y el Lago de Itaipú continúan intactos y operando con total impunidad, así como siguen las operaciones de sub-facturación o de “paso en frío” por Puertos y Aduanas. La llamada “guerra de los celulares” y el caso de los contenedores desaparecidos “por arte de magia” solo revelan que los miembros de la mafia fronteriza se siguen enriqueciendo, ahora con nuevos aliados políticos.
A más de aplaudir que haya gente como el actual director de Aduanas Javier Contreras, o el incansable fiscal Arnaldo Giuzzio, dispuestos a librar nuevas batallas, la cuestión de fondo es exigir avances en la formalización y reconversión del comercio fronterizo de Ciudad del Este, y empezar a implementar proyectos alternativos de desarrollo para dar ocupación a las más de 50.000 personas que hoy viven del contrabando, pero que en pocos años, cuando el Arancel Externo Común del Mercosur entre en plena vigencia, y los sacoleiros pierdan interés en el Paraguay, se quedarán literalmente en la calle. Allí empezará el verdadero drama.