viernes, 25 de diciembre de 2009

La vida de Fidel


Fidel Zavala (tercero, desde la derecha), junto con trabajadores de su estancia, en Concepción.

En un diálogo con el maestro colombiano Javier Darío Restrepo -el mayor gurú de la ética periodística de la Fundación Nuevo Periodismo de García Márquez-, un reportero paraguayo le preguntó qué debía hacer si él llegaba a obtener una primicia exclusiva sobre el secuestro de Fidel Zavala, pero la publicación podía poner en riesgo la vida del secuestrado.
La respuesta de Restrepo fue clara y contundente: “Te guardas tu primicia. Ninguna noticia es más importante que preservar la vida de la persona que está secuestrada, hasta que pueda ser liberada y vuelva a reunirse con su familia”.
Cuando secuestraron a Zavala, el 15 de octubre de 2009, los miembros del Ejército del Pueblo Paraguayo (EPP) pusieron exigencias para negociar la liberación: 1) Que los familiares no hagan declaraciones a la prensa, ni se publiquen informaciones sobre las tratativas; 2) Que las autoridades policiales, fiscales y judiciales se mantengan al margen.
En todo este tiempo, la prensa cumplió con responsabilidad. Valiosos datos sobre plazos y montos de la negociación entre la familia Zavala y el EPP quedaron guardados bajo llave en las gavetas de los editores. Se sacrificaron las primicias de alto impacto, para promover una amplia campaña de solidaridad: marchas ciudadanas en reclamo de paz y seguridad, cintas blancas y banderas tricolores ondeando al viento, junto a un mismo grito colectivo: ¡Liberen a Fidel!
Desde el Gobierno, en las primeras semanas también se mantuvo una prudente distancia, pero en los primeros días de noviembre, en vivo y en directo ante las cámaras de televisión, el ministro de interior, Rafael Filizzola, comunicó el envío de tropas de combate a Concepción, dando inicio a la cacería de los miembros del EPP.
Lo dijimos en su momento, en esta columna: “La aparatosidad mediática de la incursión armada de nuestros rambos, en momentos en que Zavala continúa secuestrado, implica jugar con fuego. Más allá de las razones secretas que motivaron a teñirse el rostro con pinturas de guerra, habrá que ver cómo reacciona el EPP ante la nueva coyuntura. El sentido común de cualquier experto en acción ofensiva hubiera aconsejado esperar que el ganadero sea liberado, antes de iniciar la cacería. O al menos hacerlo con la máxima discreción y silencio”.
El 25 de diciembre, al mediodía de la Navidad, la familia Zavala rompió el silencio para pedir con desesperación el cese de los allanamientos y el retiro de las tropas de Concepción. “No queremos que eso pueda ocasionar algún desenlace que nadie quiere”, dijo Diego Zavala, hermano de Fidel. Es evidente que tras sus palabras hay una advertencia de los secuestradores.
El ministro Filizzola respondió que no retirará las tropas, ni tampoco detendrá los procedimientos. El Gobierno sigue dispuesto a jugar con mano dura, por más que Fidel siga secuestrado, en manos de un grupo armado que ya ha demostrado no darle mucho valor a la vida.
Dios quiera que el 2010 no nos traiga otra grave crisis, como trágica consecuencia de otro grave error político.

sábado, 19 de diciembre de 2009

Razones para celebrar

Hay quienes dicen que no hay muchas razones para celebrar…
Con Fidel Zavala que lleva 65 días secuestrado; con un ejército de policías rastrillando el norte tras los furtivos miembros del Ejército del Pueblo Paraguayo; con la ascendente oleada de violencia, robos, asaltos y ejecuciones en varias regiones del país; con el lamentable circo mediático que multiplica rumores de conspiraciones, amenazas de juicio político e improbables golpes de Estado; con los hechos de corrupción que siguen saltando a cada momento; con la pobreza lacerante que acecha en cada esquina… cuesta encontrar motivos para la fiesta.
Pero allí están el arbolito o el pesebre adornados de luces. Allí están los hogares -aún los más humildes- inundados de colores. Allí está la calle cubierta de guirnaldas. Hay sonrisas en los rostros de la gente. Hay destellos en las miradas de los niños que esperan a Papá Noel. Hay música en el aire. ¿Cómo explicarlo...?
Si no fuera Navidad... sería verdaderamente difícil creer en la esperanza. Tanta lluvia sobre la tierra herida. Tanta muerte inútil. Tanta energía cívica desperdiciada. Tantos sueños que se encendieron tras la virada histórica de aquel 20 de abril y se van deshilvanando lentamente.
Pero allí está el sonoro canto de la cigarra. Allí está el embriagante aroma de los melones maduros y de la flor de coco. Allí está el trozo de pan dulce y la copa de sidra burbujeante, esperándonos sobre la mesa familiar. Allí está la risa de los niños que corretean con estrellitas encendidas en las manos. Y allí están esas mismas tercas ganas de creer en cada brindis que el mañana, todavía, puede ser mejor. ¿Cómo explicarlo...?
Es el secreto que encierra la Navidad, desde hace más de dos mil años. A pesar del consumismo y del frenesí comercial que la envuelve, es la conmemoración del nacimiento de un Niño-Dios en un humilde pesebre de animales, entre barro y estiércol, entre opresión e injusticia, entre dolor y miseria. Es la luz de la vida y la esperanza que no se apagan, por más fuerte que soplen los vientos de las desgracias.
Si miramos hoy las portadas de nuestros informativos que radiografían la realidad cotidiana, quizás cueste encontrar razones para la alegría.
Pero es Navidad... La música está en el aire. Está viva la esperanza y la certeza de que vamos a seguir luchando para que nuestro Paraguay pueda dejar definitivamente atrás los vicios profundos que lo mantienen atado a dos palos en cruz, y se convierta en el país que todos soñamos.
La sidra está fresquita y bubujeante.
Así que... ¡arriba esas copas...! ¡Salud y felicidades en esta próxima Nochebuena!

viernes, 11 de diciembre de 2009

Entre la esclavitud y la solidaridad


Ser periodista significa a veces convivir con lo más sombrío y con lo más luminoso del alma humana. En estos días cercanos a la Navidad, en la Redacción de Última Hora del Este nos hemos enfrentado al mismo tiempo con historias tan distintas, que reflejan de manera contrastante las caras del mal y del bien.
El jueves al mediodía, la Fiscala de la Niñez y la Adolescencia de Ciudad del Este, Carmen Chávez, rescató al niño J. D. S., de solo 6 años de edad, de un verdadero infierno domiciliario. Una denuncia de vecinos daba cuenta de que el pequeño permanecía gran parte del día atado con una cadena para perros, frente a la precaria pieza del inquilinato en que residía con su madre y su padrastro, en el barrio San Roque.
Con voz quebrada por la indignación, varios moradores del inquilinato brindaron testimonios que ponían los pelos de punta. Mientras los adultos se ausentaban de la casa, el niño quedaba atado, sin bañarse, sin comer, vistiendo la misma ropa durante varios días, llorando de hambre.
Ayer la historia empezó a cambiar. Un informe oficial de la Fiscalía determinó que “el niño encadenado no sufría maltratos físicos de sus padres” (sic). Asegura que el menor confesó a la sicóloga Maximina Vázquez que “un tal Rambo, hijo del dueño del inquilinato, fue quien lo encadenó en el pasillo de la vivienda”. Acto seguido, el padrastro Norberto Ocampos, quedó en libertad.
¿Duelen menos las cadenas, según quien sea el que las amarre? El jueves, el pequeño J.D.S. mostró ante las cámaras las rojas escoriaciones que los eslabones de metal le habían dejado en la piel. Son heridas que seguramente no tardarán mucho en sanar. Pero, ¿cuánto tiempo llevará para que se borren las huellas que esas misma cadena le dejaron en el alma? ¿Meses? ¿Años? ¿Toda una vida?
En la misma sección digital de UH, se podía leer otra noticia: La historia de los pequeños Juan Ángel, David y Yannim Borda, tres hermanitos que fallecieron en un trágico accidente, y en cuya memoria, sus padres Ana y Miguel, han creado la asociación Los Amigos de JADY (formada por las iniciales de los angelitos), buscando ayudar a los que más necesitan.
Para estas fiestas, Los Amigos de JADY llevan adelante una campaña de recolección de aportes, para preparar una exquisita cena de Navidad a los parientes de enfermos del Hospital Regional de Ciudad del Este, y entregar panes dulces a los médicos, enfermeras y funcionarios, que prestarán servicios en la Noche Buena. Es una forma de perpetuar la memoria de los niños que se fueron, pero siguen estando, y cuyo amor fructifica en servicio, solidaridad y caridad con el prójimo.

viernes, 4 de diciembre de 2009

Los justicieros de Ciudad del Este


La familia de William Bernal, jefe comercial de Última Hora en Ciudad del Este, sufrió el sábado anterior una noche de verdadera pesadilla.
Cerca de las 22:00, su esposa Fanny transportaba en auto a sus tres pequeños hijos, a su hermana y a la niñera, cuando un taxi les cerró el paso. Descendieron dos jóvenes con el torso desnudo, con armas cortas, que les apuntaron y ordenaron que bajen, para llevarse el vehículo y todas las pertenencias.
Ante la demora, los asaltantes dispararon contra el fuselaje del automóvil, sin importar quienes pudieran estar adentro. Solo un milagro evitó que las balas no hirieran a los niños y a las otras dos mujeres.
El violento atraco ocurrió sobre la muy transitada avenida San José, a dos cuadras de la rotonda Área Uno. Los demás automovilistas desviaban a gran velocidad, ignorando los desesperados pedidos de auxilio de las mujeres y los niños. Pero hubo un joven, a bordo de una motocicleta, quien al darse cuenta de lo que sucedía, se acercó socorrer a las víctimas. Tras percatarse de que no estaban heridos, el anónimo motociclista, con una pistola en la mano, se lanzó en carrera tras los asaltantes, realizando disparos contra el vehículo en el que huían.
Fue una larga noche de vigilia, en que los miembros de UH CDE acudimos a acompañar al compañero William en las gestiones ante las autoridades y en socorrer a los miembros de la familia aún en estado de shock. Luego, junto a patrullas policiales, desplegamos una intensa búsqueda por los barrios más sórdidos, tratando de ubicar al auto robado.
Cerca de las 04 de la madrugada del domingo, una llamada telefónica del mismo anónimo motociclista que había perseguido a los ladrones, informó que el auto estaba abandonado en las inmediaciones del mercado municipal. Hallamos el vehículo intacto, aunque vaciado de las pertenencias de valor y con el fuselaje cribado de balas. El misterioso héroe civil no quiso revelar su nombre.
El caso del “justiciero de la moto” no es el único. Ante la impune escalada de crímenes violentos, en noviembre ocurrieron otros cinco episodios en que vecinos de varios barrios de Ciudad del Este intervinieron para frustrar asaltos, perseguir y atrapar a delincuentes, y en dos casos incluso mataron a tiros a los asaltantes. Como en la clásica obra teatral “Fuenteovejuna” del escritor español Lope de Vega, los testigos se niegan a revelar los nombres de quienes hicieron justicia por mano propia.
Uno sabe, desde sus más profundas convicciones democráticas, que todo esto no es lo correcto, que la Ley prohíbe que los ciudadanos hagan justicia por mano propia. Pero tras haber vivido en carne propia la trágica odisea de la familia Bernal, resulta difícil ponerse en contra de los justicieros de Ciudad del Este.