viernes, 25 de septiembre de 2009

Traffic en la Triple Frontera


Al anochecer del miércoles 16 de setiembre, agentes del Departamento de Narcóticos de la Policía Nacional, en Ciudad del Este, habrían detenido a dos traficantes brasileños que estaban a bordo de un automóvil Renault verde, de cuyo interior decomisaron 22 kilos de cocaína y 1 kilo de crack.
Se podría considerar que fue un exitoso operativo antidroga, salvo que nunca fue reportado oficialmente. Según una denuncia a medios periodísticos locales, los traficantes fueron liberados tras pagar 30 mil dólares y la droga decomisada desapareció misteriosamente.
El irregular procedimiento provocó un escándalo interno en la Policía, causó la caída del jefe de Narcóticos, comisario José Dolores Amarilla, y el desmantelamiento de toda la oficina regional en Alto Paraná.
Amarilla comunicó públicamente su renuncia al cargo y acusó al subcomandante de la Policía Nacional, comisario César Carrillo, de haberle ordenado devolver a sus dueños la droga presuntamente incautada por sus agentes, “antes de que explote por la prensa”. Carrillo sostiene en cambio que Amarilla no renunció, sino que fue destituido por el ilegal operativo de sus subordinados.
No es el primer caso oscuro que envuelve a Narcóticos en Alto Paraná. En marzo de 2009, en ÚH publicamos otro procedimiento en que agentes detuvieron a un traficante y decomisaron de su poder un cargamento de drogas y dos ametralladoras antiaéreas robadas del Ejército, pero el caso tampoco fue reportado, las drogas y las armas desaparecieron, y una de ellas apareció vendida en Brasil.
Estos episodios, que parecen copiados del filme Traffic, de Steven Soderbergh, revelan que la corrupción caló hondo y sacan a luz la inexplicable superposición de funciones entre la Secretaría Nacional Antidrogas (Senad), dependiente de la Presidencia de la República, y el Departamento de Narcóticos de la Policía Nacional. Son dos organismos creados para la misma tarea, que no solamente no consiguen trabajar en forma conjunta, sino que sus integrantes se boicotean en forma permanente y se acusan unos a otros de ser cómplices de los narcos.
La mafia del narcotráfico es la que más dinero maneja y tiene un gran poder para corromper a policías, fiscales, jueces, políticos o periodistas. Los agentes, por su estilo de trabajo encubierto, son difíciles de controlar institucionalmente, lo que los vuelve altamente vulnerables a ser cooptados por los traficantes. El actual Gobierno, si de veras quiere cambiar la situación, debe asumir el gran desafío de depurar a los organismos de lucha antidrogas, poniendo fin a la absurda superposición de funciones entre la Senad y Narcóticos.

lunes, 21 de septiembre de 2009

Yanquis, go home


Cada cierto tiempo suelo recibir la visita de algunos colegas periodistas de medios extranjeros, que me piden les ayude a investigar la presencia de terroristas árabes de Al Qaeda en Ciudad del Este, o a registrar cómo los agentes de la CIA norteamericana se están robando el Acuífero Guaraní, o a fotografiar la inmensa base militar que el Comando Sur de los Estados Unidos posee en Mariscal Estigarribia, Chaco.
En vano suelo tratar de explicarles que los únicos árabes extremistas que conocemos en la Triple Frontera son algunos codiciosos dueños de galerías comerciales que piden precios extremos por sus artículos generalmente truchos. Y que solo pudimos ver a agentes de la CIA en las películas copiadas en devedés piratas que los mesiteros de Ciudad del Este venden a 5 mil guaraníes.
Lo de la base norteamericana en el Chaco ya es un tópico que roza géneros del realismo mágico y de la ciencia ficción. He leído reportajes en medios periodísticos como Liberation o Le Monde, que pintan al aeropuerto de Mariscal Estigarribia casi como un espaciopuerto de la Nasa, en donde pueden aterrizar no solo los cazas F16 de la Marina yanqui, sino hasta los Fighter del film La Guerra de las Galaxias.
En una célebre charla en el Hotel Sheraton, el analista e historiador argentino Rosendo Fraga comparó a la base con un “trasatlántico” y llegó a decir que “la pista de Mariscal Estigarribia es una posición adelantada de Estados Unidos, que tiene a Paraguay como una pieza a su favor, en caso de conflicto con Evo Morales”.
En realidad, cualquiera que se dé un paseo por Mariscal Estigarribia comprobará que el hoy estropeado y casi abandonado aeropuerto construido por la dictadura de Stroessner en 1977 es solo parte de la villa militar del Tercer Cuerpo de Ejército, igualmente polvorienta y desolada. Basta con ponerse a medir la longitud de la pista de aterrizaje (3.500 metros) para comprobar que es solo 100 metros más largo que la del aeropuerto Guaraní de Ciudad del Este (3.400 metros), o 147 metros más que la del Silvio Pettirossi de Asunción (3.353 metros).
Y como le dijo un poblador chaqueño a un enviado del diario Clarín: “los únicos norteamericanos que a veces vemos por aquí, son unos turistas perdidos que llegan desde Bolivia para ver a los indios”.
Aun así, a cada cierto tiempo me divierte repasar los mitos periodísticos que tanto atraen a los corresponsales extranjeros al Paraguay.
Lo preocupante es cuando se establece políticas de Gobierno en base a esos mitos.

domingo, 13 de septiembre de 2009

Populismo futbolero presidencial


¿En qué nocturno momento de la fiesta por la victoria de la selección paraguaya de fútbol contra Argentina, se le ocurrió al presidente de la República, Fernando Lugo, "regalarle al pueblo" un día de asueto nacional, declarando so'o toda actividad pública laboral del día siguiente, para continuar celebrando la clasificación al Mundial de Sudáfrica 2010?
¿Será que llegó a realizar algún mínimo análisis con sus asesores, o fue simplemente un arrebato de euforia futbolera el que lo llevó a estampar su firma en el polémico decreto 2.887, parido literalmente "entre gallos y medianoche"?
Más allá de cuáles hayan sido las circunstancias concretas en que se gestó la decisión presidencial, el jefe de Estado ha cometido un lamentable e improvisado gesto de populismo político, que aparte de generar caos y confusión en escuelas y hospitales públicos, en tribunales y ministerios, ha ocasionado malestar e indignación en amplios sectores de la ciudadanía, privados intempestivamente de elementales servicios públicos, y ha acarreado considerables pérdidas económicas -aun no cuantificadas- a numerosas unidades comerciales y productivas del país.
Pero es aún más grave el daño que una medida así le ocasiona al propio proceso de pretendida construcción de un tiempo político democrático diferente, inaugurado tras la histórica derrota de un sistema de poder que mantuvo al Paraguay bajo el nefasto dominio del populismo más autoritario durante 60 años. Quienes en abril de 2008 lograron la victoria en las elecciones presidenciales, embanderados justamente en el anhelo ciudadano del cambio, no pueden darse el lujo de caer en los mismos vicios que el de sus siniestros antecesores.
Es entendible que los líderes políticos quieran utilizar y manipular en forma oportunista el desborde de pasión popular que despiertan las grandes hazañas futbolísticas. El tirano Alfredo Stroessner lo hacía con mucha eficacia: cada vez que la selección albirroja ganaba un campeonato, aprovechaba para aumentar por decreto el precio de los combustibles. Con la obtención del campeonato mundial 1978 por el seleccionado argentino, la dictadura de militar del vecino país enmascaró la más feroz y criminal represión, que dejó 30.000 desaparecidos. Pero los tiempos, se suponen, han cambiado. Y uno espera que los líderes que se presentan como una alternativa diferente, actúen de manera distinta. ¿O no?

viernes, 4 de septiembre de 2009

Sin tetas no hay paraíso


Las fotos de cómo era en vida la muestran bella y atractiva, con una figura esbelta y bien cuidada, pero al parecer todo eso no le resultaba suficiente. Ella quería ser todavía mucho más linda, y se sometió a una cirugía de lipo-aspiración e implantes de silicona en los senos, en un sanatorio privado de Ciudad del Este, sin imaginar que algo podía salir terriblemente mal, y que ese coqueteo con la vanidad acabaría en su trágica muerte.
Sonia Marisa tenía 29 años de edad, dos hermosas hijas aún menores que se han quedado para siempre sin la magia de los besos de mamá, un laborioso marido hoy viudo y desconsolado, una promisoria carrera en el Ministerio Público (asistente fiscal en Iruña). Cursaba el sexto año de Derecho en la Universidad Nacional del Este y sus compañeros la recuerdan como una mujer dinámica y vital.
Cuesta entender qué bichito le picó para desafiar al destino en ese riesgoso lance por quitarse de encima unos pocos gramos que se supone le sobraban, por resaltar aun más los bellos atributos que la naturaleza le había regalado. Sus colegas hablan de una especie de insana competencia desatada entre las compañeras de facultad por ver quien realizaba más visitas al quirófano y mostrar el cuerpo más escultural, y Sonia no pudo sustraerse a la presión de su entorno social.
Mundo de valores trastocados, donde unos pechos voluminosos o una cola bien redonda son más estimados que la inteligencia, el talento o la honestidad. En 2005, el periodista y guionista colombiano Gustavo Bolívar publicó Sin tetas no hay paraíso, una polémica y reveladora novela-reportaje, en el que narra la desesperada obsesión de las jóvenes mujeres por agrandarse artificialmente los senos y alcanzar el cuerpo perfecto a través de la cirugía estética, como única manera de abrirse paso en una sociedad arribista y corrupta. La obra fue convertida luego en miniserie televisiva por la cadena Caracol, con tanto éxito que mereció versiones propias en Estados Unidos, Brasil, España, Italia y hasta Rusia.
El caso de Sonia Marisa, además de haber conmocionado a la sociedad altoparanaense, ha permitido abrir una investigación fiscal y judicial por homicidio culposo y mala praxis médica, asomando a la otra cara del mundo fashion tan exaltado por algunos espacios de medios de comunicación: el del oscuro mercado comercial de la cirugía estética, que lucra con el culto al cuerpo perfecto, repartiendo cortes de bisturí e implantes de silicona a diestra y siniestra, olvidando que la verdadera belleza humana está más allá de las medidas 90-60-90.