viernes, 28 de diciembre de 2007

Brindo por la esperanza


"Brindo por los que vuelven con las luces de otro día."
(Andrés Calamaro, "Salud").

Brindo por el país que espera algo más que buenos deseos en el nuevo año que se inicia.
Brindo por que de una vez pasemos de los discursos y las promesas a las acciones concretas.
Brindo por que aprendamos las lecciones de tantos dolorosos errores cometidos y seamos capaces de rectificar el destino.
Brindo por que podamos redescubrir los valores de la solidaridad y del amor, para compartir nuestros mejores sueños por encima de nuestras rencillas cotidianas y de nuestras mezquinas diferencias.
Brindo por quienes se disponen a pasar la fiesta de fin de año en una fría y distante ciudad europea o norteamericana, a medio mundo de distancia de su tierra natal y de sus seres más queridos, con el corazón oprimido por el insalvable techaga'u.
Brindo por que en un futuro próximo los hombres y las mujeres del Paraguay ya no se vean obligados a marcharse en busca del sueño de vida digna que su propia patria les niega.
Brindo por los sobrevivientes y familiares de las víctimas del 1-A. Por su heroico testimonio de lucha, su increíble resistencia para no rendirse ni doblegarse, por su digno ejemplo de superar el dolor y mantenerse organizados y movilizados.
Brindo por que en este 2008 todas y todos podamos acompañarlos para que al fin puedan obtener la justa reparación de la Justicia, que ayude a darles un poco de paz a sus sufridos corazones.
Brindo por quienes probablemente no tengan con qué brindar. Por los incontables compatriotas que se debaten en la necesidad y en la pobreza extrema. Por los niños y niñas condenados a pasar hambre y soledad por culpa de la ambición, del egoísmo, de la indiferencia, de la violencia, de la ineficacia estatal.
Brindo por que desde nuestros respectivos lugares en la sociedad seamos un poco más activos en las búsquedas de soluciones a los profundos dramas sociales del Paraguay.
Brindo por que en el año que comienza podamos aprender a librarnos de tanta mala onda, de los frívolos programas ñembo fashion de la radio y la televisión, de los petardos enloquecidos, de los eternos baches de nuestras calles, del sogue, del dengue, del cólera, del sida, de la crisis, de los gobernantes y políticos corruptos, de los salvadores de la patria, de los represores de campesinos, de los coimeros, de los asaltantes y secuestradores, de los depredadores de la naturaleza, de los vendedores de ilusiones, de los ladrones de sueños, de los profetas del pesimismo, de la cachaca estruendosa, de la resaca, del calor insoportable y de todo mal.
Brindo por los que brindan.
Por los admirables ejemplares de seres humanos que en medio de la adversidad más terrible han logrado conservar intactas la sonrisa y la ternura, la alegría y la esperanza.
Por los que en esta noche de Año Nuevo elevarán sus copas a la luz de las estrellas y decidirán que un nuevo tiempo se inicia al estrenar las hojas de un flamante calendario.
Que entre todos y todas hagamos posible un 2008 que valga la pena.
¡Salud...!

miércoles, 19 de diciembre de 2007

Preguntas en Navidad


¿De qué sirve llenar la casa, los árboles, la ciudad entera de luces doradas y resplandecientes, cuando el alma permanece a oscuras?
¿De qué sirven tantos árboles de plástico importado, adornados con nieves de algodón, ni tantos muñecos barbudos ridículamente vestidos con abrigos de lana en medio de este calor infernal, cuando bastan "dos trocitos de madera" -como canta Maneco- para techar el mágico pesebre?
¿De qué sirve atropellarse en los shoppings y en los comercios buscando regalos y más regalos, cuando lo que hace falta es un gesto verdaderamente solidario, una acción de caridad humana y cristiana que nazca desde lo profundo del corazón, para darle el real sentido a la Navidad?
¿De qué sirve gastar tanta plata en fiestas, manjares, bebidas, adornos, show, luces, música... si el niño Dios cuyo cumpleaños celebramos eligió todo lo contrario: nacer en un humilde establo de animales y vivir su vida en la mayor austeridad?
¿De qué sirve el infernal estruendo de las bombas y los petardos, el vértigo de la velocidad por las calles, el volúmen de la cachaca al máximo, si todo eso no alcanza a llenar el vacío interior?
¿De qué sirve inundar el correo con bellas y coloridas tarjetas navideñas, con esplendorosos mensajes que reproducen los mejores deseos impresos en tinta brillante, si todo lo que allí dice nunca lo ponemos en práctica?
¿De qué sirve regalar un pan dulce o una sidra en esta Navidad, si vamos a olvidarnos por el resto del año de quienes nada tienen para comer y para beber?
¿De qué le sirve al hombre ganar el mundo si pierde su alma...? Bueno... ustedes ya me entienden.
A pesar de todo, y porque a cada instante que transcurre se nos brinda la oportunidad de ser siempre mejores... ¡Feliz Navidad!

viernes, 7 de diciembre de 2007

La guerra de la soja


Ya les conté sobre mi pesadilla recurrente: Despertar una mañana… y encontrarme en un país convertido en un inmenso campo de cultivos de soja.
En mi sueño apocalíptico, las selvas han sido destruidas, los árboles arrancados de raíz, los ríos secados o contaminados, los edificios derrumbados por un ejército de topadoras que avanzan como las máquinas guerreras de la película Terminator, seguidos por las sembradoras mecánicas.
Y allí estamos… los sobrevivientes humanos. Perdidos y condenados a vagar eternamente en un mar de soja, obligados a alimentarnos con leche de soja y hamburguesas de soja. Hasta que el elemento transgénico empieza a revelar sus efectos mutantes, y advertimos con horror que de nuestros cuerpos brotan ramas, hojas y vainas de oleaginosa, transformándonos en los increíbles hombres-soja.
Entonces me despierto, agitado y sudoroso, y compruebo aliviado que, por suerte, solo se trata de un mal sueño.
¿Un mal sueño...?
Ayer viernes, los pobladores de Reloj-kue, en el aislado distrito de San Cristóbal, a unos 150 kilómetros al suroeste de Ciudad del Este, nuevamente salieron de sus ranchos y sus chacras desoladas, con sus machetes y garrotes al aire, con una firme determinación, enarbolando un gran cartel que dice: “¡Pare de fumigar!”, y una firme determinación: no permitir que los sojeros arrojen una sola gota más de productos agrotóxicos sobre los vastos sojales que se han adueñado del paisaje altoparanaense.
Los colonos tienen buenas razones para estar indignados. Desde hace poco más de una década, sus humildes viviendas, sus chacras, hasta la capilla y la pequeña escuelita del lugar, todo se ha ido quedando rodeado hasta casi quedar ahogado por un vasto océano verde de cultivos mecanizados. Y en cada época de siembra o de cosecha, vivir allí se ha vuelto casi un infierno, cuando las pulverizadoras entran en acción y una blanca niebla de picante olor se levanta e inunda todos los rincones, hiriendo los pulmones como si fuera una imparable lengua de fuego.
Cuentan las maestras de Reloj-cue que en varias oportunidades tienen que suspender las clases, porque las nubes de agrotóxicos penetran en las aulas y los niños se revuelvan por las nauseas que les produce inhalar el veneno.
El pasado 13 de agosto se vertió la gota que colmó el vaso, cuando el niño Jesús Giménez, de apenas 3 años, falleció luego de varios días de agonía. El niño había enfermado súbitamente, luego de que una pulverizadora del colono brasileño Wilmar Filipetti había regado de agroquímicos sus cultivos, a pocos metros del hogar de los Giménez. El caso fue denunciado ante la Fiscalía de Santa Rita, pero hasta ahora no hay avances en la investigación. ¿Otro caso más, entre tantos, que acabará en la impunidad?
La tierra de Alto Paraná es naturalmente roja como la sangre, pero a veces se vuelve aún más roja cuando el conflicto agrario estalla en una indeseable violencia. El 16 de setiembre, en La Fortuna, Hernandarias -otro ardiente escenario de la llamada “guerra de la Soja”-, personas vinculadas a la Mesa Coordinadora Nacional de Organizaciones Campesinas (MCNOC) se cansaron de formar barreras humanas o hacer movilizaciones para salir en las fotos de prensa, y directamente dispararon a matar al tractorista Felipe Samudio y dejaron herido a su hijo Ariel, cuando intentaban fumigar un campo de soja.
Algo está mal en este país, para que la gente se mate entre sí, sea con balas o con veneno. Brasileños o paraguayos, sojeros o antisojeros, ya somos todos hijos de esta tierra.
El problema no es la soja, ni tampoco lo son los brasileños inmigrantes que más lo cultivan. El verdadero problema es el modelo de agricultura mecanizada masiva, que se ha ido imponiendo sin límites, sin restricciones ni controles, en nombre de la rentabilidad capitalista, y la impunidad con que se lo permite desde las instituciones del Estado y desde la clase política.
No tendría nada de malo plantar soja, siempre que se adecue a las normas medioambientales que impone la legislación, y sin avasallar a las otras formas de agricultura, orgánicas, diversificadas, de auto consumo y de renta familiar, que responden a una práctica cultural bien campesina y paraguaya, y que no sigan siendo avasalladas por un sistema de monocultivo empresarial que solo busca el lucro, sin importar los daños que ocasiona.
Dicen que la soja es de alto contenido proteínico, una maravilla para la alimentación. Pero, discúlpenme, yo sigo prefiriendo un jugoso bife de carne vacuna, con abundante ensalada.

viernes, 30 de noviembre de 2007

O oscuras en la Capital de la Energía

Lo primero que me llamó la atención, al entrar a un popular restaurante de Ciudad del Este, fue que todas las mesas lucían enormes velas en el centro. “¡Que romántico!”, le comenté a la amiga que me acompañaba. Me miró y sonrió, con una expresión burlona que significaba: “¡Pobre tonto, no sabés lo que te espera!”.
Era una linda noche de vientos y relámpagos que estallaban en el horizonte, presagiando una fresca lluvia de verano. Yo llevaba pocos días de haberme mudado a la capital del Alto Paraná, y tenía ganas de descubrir sus encantos y misterios. Así que me dejé invitar a esa cena de bienvenida, dispuesto a disfrutar de una amable plática y un buen tinto malbec con mi amiga fronteriza.
Me llamó la atención que los mozos no hubieran encendido ninguna de las velas. Cuando uno de ellos se acercó a tomar nuestros pedidos, estuve a punto de pedirle aplicar la llamita mágica, pero mi amiga dijo: “No, esperá nomás, ya verás para qué sirven las velas. No es que los esteños seamos románticos… ¡apenas somos prácticos!”.
No entendí lo que me quiso decir hasta unos veinte minutos después, cuando se produjo el ruido de una explosión lejana, un intenso parpadeo de la luz, un “¡ooooohhh!” colectivo, y de golpe el mundo se volvió oscuro, muy oscuro.
Entonces sí, los mozos acudieron presurosos a encender las velas, y el ambiente se transformó como si hubiéramos dado un salto hacia atrás en el tiempo, transportándonos a plena época medieval.
–¿Ahora entendés para qué son las velas? –me explicó mi amiga–. Aquí, en Ciudad del Este, la energía eléctrica se corta a cada rato, apenas sopla un viento fuerte o hace mucho calor.
–Pero… en la radio repiten siempre que vivimos en “la Capital de la Energía” –intenté protestar–. Que tenemos Acaray, Itaipú, la hidroeléctrica más grande del mundo…
–Vos haceme caso –me aconsejó–. Comprá velas, linternas y mucha agua mineral…
Le dije que estaba exagerando y no le hice caso. La luz regresó cerca de tres horas después, cuando ya habíamos abandonado el restaurante y transitado por las calles oscuras y tenebrosas, mirando con envidia que al otro lado del río la brasileña ciudad de Foz de Yguazú estaba luminosa y resplandeciente.
A la siguiente noche me arrepentí de no hacerle caso. Estaba en mi departamento viendo una película, cuando otra vez sentí el ruido de la explosión, el parpadeo, y la oscuridad total. Busqué velas, linternas, pero sabía que no los tenía. Lo único que tenía a mano para proyectar una tenue luz era la pantalla del celular.
Fueron largas horas de silencio y oscuridad. Hacía calor, mucho calor. Abrí la canilla del lavabo para tratar de refrescarme, pero solo se escuchaba un sordo gorgoteo. Ni una gota de agua. Después me enteré que cuando se corta la luz, también se corta el agua, por no sé qué curiosos mecanismos técnicos que vuelven dependientes a un servicio del otro.
La luz llegó casi al amanecer, cuando ya los mosquitos se habían adueñado de la casa. Lo primero que hice, a la mañana, fue acudir al supermercado y comprar provisiones de velas, linternas, y bidones de agua mineral para todo un año.
Ahora ya no me toman desprevenido. En poco más de dos meses de vivir en CDE he pasado por más de veinte cortes de luz y agua corriente, ya me volví un experto en bañarme con el contenido de apenas un vaso de agua mineral, en cocinar con un calentador a alcohol, en leer, escribir y hacer muchas otras cosas a la luz del fuego ritual, como los hombres de las cavernas.
Todavía no entiendo porqué si vivimos junto a dos de las tres principales represas del país, tenemos un servicio de energía eléctrica tan precario y deficiente. La otra vez le escuché al jefe regional de la Administración Nacional de Electricidad (Ande) explicar que la red local está colapsada, que los transformadores no dan abasto y explotan por exceso de demanda, que no hay recursos para ampliar los equipamientos, etc. ¿Y que hace Itaipú gastando millones en construir escuelas, hospitales o caminos, en abierta campaña electoral proselitista, en vez de preocuparse de que lo que produce –la energía eléctrica- le llegue con eficiencia a los usuarios? ¿Entonces hay que pedirle a los Ministerios de Salud y Educación que nos arreglen el tendido eléctrico?
Ya aprendí, como todos los esteños, a ser más práctico que romántico y a andar por la vida con linternas, velas, fósforos y bidones de agua. Solo que cuando escucho a los locutores locales pasar el jingle de que vivimos en “la capital de la energía” tengo ganas de tirarles con el medidor por la cabeza.

miércoles, 28 de noviembre de 2007

El micrófono de la radio es mucho más que un simple trozo de metal

Pedro Juan Caballero, verano de 1985.
Desde la ventanilla, la ciudad se extendía como un árido sueño difuminado entre remolinos de tierra roja.
El ómnibus me dejó frente a un céntrico hotel, en la zona más turbulenta junto a la línea divisoria. La tarde empezaba a caer y el aire parecía impregnado con un denso olor a barricada. Me instalé en una habitación y pedí un teléfono. Busqué el número del corresponsal que alguien me había apuntado en un papel. Me habían dicho que se trataba del director de una radio local.
El papel decía: 2598, Radio Mburucuyá, Santiago Leguizamón.
Una voz grave y enérgica me respondió desde el otro lado del tubo. Le expliqué que acababa de llegar, enviado por el diario para realizar una serie de notas periodísticas, y que necesitaba su ayuda. Me preguntó donde estaba alojado y le di el nombre del hotel. Entonces, con un tono imperativo que en principio me asustó, me ordenó que recogiera inmediatamente mis cosas y lo esperara a la entrada.
-Vas a venir a la radio –me dijo-. No voy a permitir que un colega quede abandonado en ese antro de pandillaje.
Toda protesta fue en vano. Quince minutos más tarde, un hombre corpulento y burlón preguntaba por mí en la recepción. Allí empecé a conocerlo, sin presagiar todavía que me encontraba frente a la dimensión de una leyenda.

* * * *

En esa época, el local de Radio Mburucuyá no era más que una pequeña casa de tablas construida en medio de un enorme terreno baldío, casi en las afueras de la ciudad, a unos setecientos metros de la “terra de ningueim” (tierra de nadie), como llaman los lugareños a ese mundo entre dos países que es la frontera seca paraguayo-brasileña.
Una precaria torre de metal que bailaba con las ráfagas del viento norte le servía de antena. Más de una vez la estructura fue derribada por las tormentas, pero a los pocos días estaba otra vez levantada, desafiante, irradiando su mensaje transgresor.
Adentro, en un pequeño estudio armado con equipos que parecían sacados de un museo, Santiago Leguizamón ofrecía cotidianamente su programa Puertas abiertas, un espacio de libre comunicación que abarcaba todo el territorio de la mañana, tejiendo una amplia red de información y solidaridad, mas allá del constante sobresalto de vivir en la frontera.
Me impresionó encontrar esa línea periodística tan claramente crítica y comprometida con el cambio en una radioemisora del interior, sobre todo en una zona tan marcada por la corrupción y la violencia como el Amambay. En medio de la tormentosa niebla represiva de la dictadura, Santiago había logrado encender una luz de esperanza para toda la ciudadanía honesta de Pedro Juan Caballero, con la que se identificaron decididamente quienes deseaban convertir esa comarca del terror en un espacio de integración y convivencia solidaria.

* * * *

-¿Por qué Radio Mburucuyá es prácticamente una excepción con respecto a las demás radios del interior? –le pregunté una mañana, mientras tomábamos mate en el estudio, antes de empezar la transmisión.
-El secreto es muy sencillo –me respondió-. Para mí, el micrófono de la radio es mucho más que un simple trozo de metal.

* * * *

Su dormitorio estaba instalado en una habitación contigua al estudio de la radio. Allí, al lado de la suya, en forma permanente había dos o tres camas disponibles “para los atorrantes que siempre caen de visita”. Le gustaba compartir su casa, su vida y su trabajo, como si la entrega hacia los demás fuera su mejor forma de ser feliz.
Como empresario era buen periodista. Pasaba avisos radiales que nunca se facturaban, porque eran pedidos de sus múltiples amigos o correspondían a algún servicio social. Allá por el 88 se le ocurrió la idea de instalar un “negocio anexo” a la emisora, un lavadero automático para vehículos, que resultó en un rotundo fracaso. Allí quedaron las costosas instalaciones, sub utilizadas para lavar los “móviles” de la radio, que se reducían a una camioneta, una citroneta destartalada, una moto y algunas bicicletas.
Desde 1990 había comenzado a editar Mburucuyá Revista. Perdía plata, pero no le importaba.
-Si quisiera volverme millonario, vendería la radio y me dedicaría al contrabando –me dijo una vez-. Me resultaría tremendamente fácil, porque conozco a todos los mafiosos de la zona.

* * * *

Conocía a la mafia, sí. Pero desde el otro lado de las barricadas de combate, que había comenzado a edificar con sus palabras aceradas, defendiendo a golpes de claridad el nebuloso sueño de la democracia.
Cada vez que uno de sus móviles llamaba para informar que había amanecido un cuerpo acribillado en medio de la línea divisoria, Santiago se indignaba porque daban la noticia como quien informa sobre el estado de tiempo.
“No podemos resignarnos a aceptar el crimen en Pedro Juan como parte de la vida cotidiana. Cada asesinato tiene que seguir siendo un motivo de escándalo”, exhortaba en sus programas.
Una de sus frases favoritas era la que se atribuye a San Juan Crisóstomo y que estampó con letras visibles en el primer número de Mburucuyá Revista. La frase dice: “Hay que temer más el escándalo que produce el silencio, y no el escándalo que proviene de la verdad revelada”.

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Vivir bajo constante presión y recibiendo continuas amenazas no le impedía derrochar su espíritu farrista y dicharachero. Le gustaba organizar asados en el patio de la radio, compartir el whisky, la cerveza o la caipirinha. Acudía casi todos los días a almorzar en su lugar favorito: el “Pato Restaurante”, propiedad de uno de sus amigos más queridos, Julio Cesar Acosta, entonces presidente de la Liga Deportiva del Amambay, quien se negaba a cobrarle la cuenta a pesar de sus continuas protestas.
“La feijoada que preparan en el Pato es lo mejor de Pedro Juan y Ponta Porá”, solia propagar. Precisamente, ese trágico viernes del 26 de abril de 1991, Santiago se dirigía al mismo local para celebrar el Día del Periodista con sus amigos y toda la gente de la radio, cuando la muerte lo esperó en una esquina. Desde entonces, en el Pato quedó un lugar vacío junto a una mesa que ya nunca nadie podrá llenar.

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En principio se burlaba de las amenazas de muerte y los avisos que le hacían llegar los mafiosos. Aquella mañana, horas antes de su muerte, le dijo a Humberto Rubín: “Prefiero la muerte física a la muerte ética”. Llevaba un revólver en la guantera, más para tranquilizar a sus amigos que como verdadera medida de precaución. Aceptaba la compañía de su fiel e incondicional secretario Pedro “Carapé” Cabral, no tanto por seguridad, sino para tener a álguien que oyera sus plagueos.
La ultima vez que lo vi fue dos meses antes de su muerte, cuando pasó por la redacción del diario a dejarme los últimos ejemplares de su revista. Me contó que un conocido industrial yerbatero de Pedro Juan le había dicho: “Cuidate, porque te van a matar”.
Recuerdo que en esa ocasión le pregunté algo que ya varias veces le habíamos cuestionado con otros colegas: si valía la pena ese estilo de “periodismo kamikaze” que él ejercía con tanta audacia en esa región donde no hay policías ni jueces que te puedan proteger. Recuerdo que hubo un largo silencio, antes de que me respondiera con otra pregunta: “¿Y te parece que hay otra manera...?”.

* * * *

Cuando se supo la trágica noticia, me encontraba con los colegas Héctor Guerín y Oscar Torrents en Ciudad del Este, en una conferencia con los estudiantes de periodismo, y recuerdo que ninguno supo qué decir. Nos quedamos largamente en silencio, juntando bronca y dolor
Después vinieron las marchas, el sepelio desgarrador, la indignación, las promesas del presidente Rodríguez: “No descansaremos hasta atrapar a los asesinos”. El rostro de Santiago multiplicado en pancartas y volantes. Santiago con alas de ángel dibujado por Casartelli. Santiago estatua de bronce gracias a Herman Guggiari. Santiago convertido en nombre de una calle. Santiago premio de periodismo. Santiago en los informes internacionales sobre derechos humanos. Santiago ritual de encuentro cada 26 de abril, con flores, discursos y velas encendidas. Santiago grito, canción, proclama, símbolo vivo, espina lacerante.
Y por detrás de todo, una realidad cruel: el caso Santiago Leguizamón es el patético ejemplo de la inoperancia del trabajo policial y judicial en el Paraguay.

jueves, 22 de noviembre de 2007

Morir por un celular


Javier Augusto Brítez, 17 años, era un chico lleno de vida y de sueños. En la noche del lunes 12 de noviembre estaba con un amigo en la vereda de su casa, en el barrio Las Carmelitas de Ciudad del Este, haciéndole escuchar los últimos hits musicales que había bajado de Internet en el dispositivo mp4 de su teléfono celular, cuando la muerte le salió al paso.
Dos jóvenes se acercaron raudamente a bordo de una moto. El que venía detrás, identificado como Fernando Enmanuel Monges, de 19 años, se bajó y les apuntó con un revólver, exigiéndole a Javier que entregue el celular. Todo pasó muy rápido. El chico intentó resistirse. El agresor le disparó seis balazos. Murió poco después en el hospital.
Este caso es apenas uno más entre cientos que sucedieron en los últimos meses. En Ciudad del Este, según estimaciones de la propia Fiscalía, se roban unos 100 teléfonos celulares al día, y muchas de las víctimas son heridas, acuchilladas, baleadas, o asesinadas.
El caso más reciente es el de Denis Augusto Brítez, de 14 años. Su agresor fue otro niño, de apenas 13 años, quien le clavó un puñal entre las costillas y le cortó en la nariz, porque no le entregó rápido el Motorola L7 tan codiciado. Ocurrió en la escuela Primer Intendente Municipal de Ciudad del Este. El pequeño ladrón siempre iba armado a clases, pero como es menor de edad resulta inimputable y ahora está libre.
Antes, un hecho trágico como este era una gran noticia.
Ahora ya no.
El 13 de junio de 2001, el adolescente Diego Báez Mellid, de 15 años, alumno del Colegio Salesianito de Asunción, fue asesinado a puñaladas por otros dos jóvenes solo por robarle la mochila. Entonces fue un escándalo que motivó grandes titulares en los diarios, debates en las radios, largos informes en los noticieros de televisión, durante semanas enteras, y provocó una movilización juvenil sin precedentes. Miles de estudiantes salieron a las calles a exigir justicia y seguridad, con el grito de batalla “¡Basta Ya!”.
Ahora ya no.
Ahora un hecho así merece dos columnas perdidas con un título repetido y esquemático: “Otro joven es asesinado para robarle su celular”. Un flash rápido en la radio. Un informe breve en la tevé. Y rápidamente vamos a un corte comercial o pasamos a otro tema: las próximas elecciones coloradas, el insulto del día del político de turno, el próximo partido de fútbol de la selección paraguaya, la modelo atrevida que se desviste y muestra la cola… Ahora ya nadie sale a la calle, a reclama o a gritar “¡Basta ya!”.
¿Qué nos pasa…?
¿Ya nadie se conmueve ante el dolor sin consuelo de los familiares de las víctimas?
Duele, sí. Duele mucho que te arranquen la vida de un ser querido, así, tan de golpe, tan de sorpresa. Duele el dolor, duele la ausencia, duele la impotencia. Duele que una vida humana, sagrada e invalorable, valga tan poco en estos días: una ajada mochila llena de útiles escolares y sueños juveniles; un teléfono celular, unos billetes mugrientos para financiar un toco de marihuana o una bolsita de crack.
"Duele estar vivo aquí/ donde no hay más que hacer/ que esperar que un loco te acribille a la salida /el país entero se parece a una guarida…", dice Víctor Heredia en una desgarradora canción de su disco "Fénix".
Duele, sí. Duele despertarse frente a la dura, absurda, incomprensible realidad. Duele tratar de entender que lo que siempre parecía lejano, o que siempre le sucedía a otros, de pronto se te haya metido entre las paredes de tu casa, bajo la piel de tu alma. ¿Por qué, Dios mío? ¿Por qué a mi hijo? ¿Por qué a mi hija? ¿Por qué a nuestro hermano, hermana, compañero, compañera...?
Desde el dolor se pueden entender muchas cosas. La rabia, la indignación, la condena sin discriminación a los políticos, las cruzadas fundamentalistas en favor de leyes más duras y de un Estado aún más represivo.
Duele, sí. Pero no hay que dejar que el dolor nos haga perder de vista el trasfondo de las cosas.
Por ejemplo, que las causas de la violencia criminal no están solamente en la supuesta permisividad de las leyes, sino también en la endémica corrupción que nos agobia, y en las infrahumanas condiciones de miseria en que sobrevive casi la mitad de nuestra población.
Por ejemplo, que la imposición de penas más severas contra los delincuentes no significará tampoco solución alguna, desde el momento en que nuestras cárceles tampoco sirven para rehabilitar a nadie. Por el contrario, son usadas como escuela de criminalidad y como base de operaciones para las mafias organizadas. ¿De qué sirve hacinarlas aún más? ¿Estaremos acaso más seguros con eso?
Los paraguayos y las paraguayas hemos vivido siempre en una sociedad violenta, víctimas de una fuerte cultura represiva, pero que no se ha caracterizado precisamente por reprimir al crimen, sino más bien a los que quieren cambiar este sistema injusto, corrupto y criminal.
Lo preocupante de este caso es que en los últimos años, desde la caída de la dictadura, los ciudadanos hemos logrado pequeños avances hacia una sociedad un poco más democrática, humana y generosa en su legislación. Solo que hemos sido incapaces de erradicar la corrupción, y muchos de esos avances, como las penas sustitutivas, las condenas alternativas o las libertades condicionales, han sido perversamente utilizadas por jueces y fiscales corruptos, incapaces o irresponsables. Sería lamentable que hoy, movidos por el dolor, perdamos esos importantes avances, porque eso significaría que nuestra sociedad seguirá siendo corrupta, pero además se volverá aún mucho más represiva.
Que el dolor sirva de algo bueno. En memoria de nuestros seres queridos exijamos no solamente justicia contra los criminales que nos asaltan en las esquinas, sino también contra los grandes criminales disfrazados de grandes señores que han condenado a este país a convertirse en una inmensa guarida.

viernes, 16 de noviembre de 2007

Política y violencia social en Ciudad del Este


Ciudad del Este tiene todo para convertirse en comunidad modelo: ubicación estratégica privilegiada junto al Brasil y la Argentina, buen diseño urbanístico, lindos paisajes, atractivos turísticos, valiosos recursos naturales, el comercio más dinámico y millonario, la cercanía de la represa de Itaipú, una población cosmopolita y multicultural, gente laboriosa y con ganas de salir adelante. Pero tiene un grave problema: es prisionera de un sistema político salvaje y casi caníbal, que condiciona y asfixia su vida cotidiana.
Lo que sucedió esta semana es un lamentable ejemplo. El lunes 12, la sede comunal amaneció sitiada por cerca de 200 ex empleados que integran el Sindicato de Trabajadores de la Municipalidad de Ciudad del Este (Sitramucde), quienes clausuraron calles, cerraron el tránsito e interrumpieron los servicios públicos, causando un perjuicio evaluado en 500 millones de guaraníes por la intendenta Sandra MacLeod. Exigían la reposición inmediata en los puestos de los cuales fueron despedidos hace siete años por otro intendente.
Los ex municipales son viejos conocidos por su accionar violento, porque en años anteriores ya habían mantenido a la ciudadanía en jaque con sus paros y barricadas, y en 1999 volvieron casi ingobernable la ciudad, al punto de forzar la renuncia del entonces intendente Juan Carlos Barreto.
Su sucesor Eduardo Morales, designado por la Junta, en una arriesgada acción política se amparó en que la última huelga fue declarada ilegal por la Justicia y se sacó el peso de encima: en el 2000 los despidió en forma masiva. Pero los del Sitramucde apelaron y lograron que la Corte revea el fallo. Desde entonces exigen su reposición y no aceptan negociar indemnización.
Visto de este modo, los ex empleados están luchando por un legítimo derecho. Pero quienes habitan Ciudad del Este saben que tras la ilegal acción de esta semana está la mano del oficialismo nicanorista, manejada a través de su principal caudillo en la zona, el todopoderoso director de Itaipú y candidato a senador, Víctor Bernal, con la intención de joderle la vida a su principal contrincante en la región, su otrora socio del alma, el ex intendente y también influyente caudillo regional Javier Zacarías Irún, hoy candidato a vicepresidente por la fórmula de Luis Castiglioni.
Los detalles del conflicto revelan cómo se mueven los hilos desde bambalinas. El lunes la policía de CDE cumplió una función puramente decorativa, viendo como los manifestantes cerraban calles y violaban el derecho a la libre circulación, sin intervenir. El fiscal Félix Rodríguez exhibió una orden del juez Cesar Centurión, que prohíbe manifestaciones a 200 metros de la Municipalidad, pero el jefe de policía Wenceslao Recalde, viejo zorro en estas cuestiones, dijo que él nunca se enteró.
El fiscal Rodríguez anunció que iba a ordenar la prisión del jefe policial por desacato, pero luego sufrió un súbito ataque de amnesia. Ya queríamos ver cómo iba a ser y quién iba a cumplir la presunta orden de prisión (“Arréstese a si mismo y métase en la cárcel”). La intendenta MacLeod acusó que la policía cumplía órdenes directas de Nicanor para no desalojar a los huelguistas.
Si la intención de Bernal y Nicanor era dañar la imagen de Zacarías Irún, en principio lograron un efecto contrario. La administración municipal apareció como víctima del ataque de vándalos y despertó la solidaridad ciudadana y de figuras como el obispo Rogelio Livieres Plano. Pero el miércoles 14, cerca de la medianoche, algún torpe estratega les cambió la política y la sangre casi llegó al río Paraná. Los empleados municipales, dirigidos por altos directivos de la institución, salieron con garrotes y honditas a cagar a golpes a los pocos manifestantes que se encontraban en el campamento, destrozando toldos, sillas y hasta faroles del alumbrado público, y mandando a más de uno al hospital, al mejor estilo de las célebres patotas parapoliciales de Ramón Aquino.
Como trofeo exhibieron bombas molotov, machetes, cuchillos y garrotes que capturaron en su singular cacería, como para demostrar que los violentos eran los manifestantes, y no ellos. La intendenta MacLeod desapareció del mapa y todavía no explicó si ella dio la orden, o si el patoterismo de su gente solo fue producto del excesivo entusiasmo de los muchachos. Los del Sitramucde, que ya tenían las fuerzas menguadas, encontraron el motivo que necesitaban para aparecer como víctimas, reagruparse y volver con todo al día siguiente, a cerrar otra vez calles, siempre ante la pasividad policial.
Así está Ciudad del Este: con una Municipalidad que no puede trabajar y recaudar normalmente, con una población harta de ver conflictos incontrolados y que impiden las labores cotidianas.
Es legítimo que Nicanor, Blanca y Bernal compitan electoralmente contra Castiglioni y Zacarías Irún. Lo ilegítimo es que conviertan a Ciudad del Este (y de alguna manera al resto del país) en un territorio del “todo vale”, y que para lograr sus objetivos instrumenten a la Policía, a la Justicia, y a todas las instituciones públicas, incluyendo a las de salud y educación, provocando caos y anarquía. Una lamentable muestra de cómo la política mal orientada destruye a una comunidad, en lugar de construir.

viernes, 9 de noviembre de 2007

Réquiem para una paraguaya sudaca


Que irónico, mamá. Dijiste que te ibas tan solo por dos años a España, que hacías el gran sacrificio de alejarte de tus hijos y de tus hijas, de trabajar cuidando niños ajenos en tierras tan lejanas y extranjeras para que los tuyos puedan tener un futuro digno en su propio país. Dijiste que te ibas en busca de la vida… ¡y te encontraste con la muerte!
Que trágico y doloroso, mamá. Extrañarte tanto en todos estos meses en que no estabas, esperar cada minuto con angustia para escuchar tu voz lejana y dulce en el teléfono desde el otro lado del mar, abrazar el frío monitor de la computadora cada vez que llegaba un e-mail tuyo como si así te abrazaran a vos y se hiciera menos sentida tu ausencia, soñar cada noche con tu sonrisa iluminando de vuelta los pasillos del aeropuerto… para despertar una mañana y enterarse de que tu ancha sonrisa ya no volverá a descender nunca más de ningún avión, que tu voz no ya volverá a sonar en ningún auricular de ningún teléfono, que tu último e-mail se quedó grabado para siempre en la memoria cibernética de una computadora como una espina lacerante en el corazón.
Cuántas preguntas sin respuestas, mamá. ¿Por qué tenías que irte dejándonos tan huerfanos? ¿Por qué se tienen que ir tantas mamás y tantos papás, aunque les duela tanto y nos duela tanto a todos? ¿Por qué se ha abierto esta brecha tan grande en el corazón de la patria, que nos separa y nos divide, empujando a tantos paraguayos y paraguayas a hipotecarlo todo para poder comprar el pasaje, someterse a un largo vía crucis para obtener el pasaporte, las colas, la humillación, las coimas, los sellos, la visa para un sueño? ¿Qué es lo que pasa con este país, que hace a sus hijos “a su imagen y semejanza, para de sí arrojarlos”, como bien señalaba el querido Augusto Roa Bastos?
Duele, mamá. Duele escuchar que los políticos en campaña electoral no tienen ninguna propuesta seria para enfrentar el drama del éxodo que desangra al Paraguay. O que algunos candidatos o candidatas se burlen del sufrimiento popular, al decir que los paraguayos y las paraguayas ya solo se irán a España de vacaciones. ¡Quien pudiera! Pero todos nosotros bien sabemos que tu sacrificada partida no fue ninguna vacación, que tuviste que dejar atrás partes desgarradas de vos misma, pedazos de tu corazón herido, tus padres, tus hijos, tus afectos, tus nostalgias del valle, la oportunidad arrebatada de una vida digna en tu propia patria, para obligarte definitivamente a ser otro en un mundo ancho y ajeno.
Dicen que ya son 17 los paraguayos y paraguayas que, como vos mamá, se han muerto en España. Si cada vida migrante es ya un drama social, cada muerte se vuelve casi una tragedia griega. Repatriar los restos mortales cuesta mucho dinero y cada día que se mantiene el cuerpo en una morgue española se contabiliza en miles de euros. ¿Cómo pueden pagarlo los familiares, si justamente quienes se van lo hacen por la falta de recursos? No queda más que recurrir nuevamente a la solidaridad ciudadana para pagar los altos costos, ya que el Estado paraguayo no se hace responsable (¿será que últimamente el Estado paraguayo es responsable de algo que no sea la corrupción, la prepotencia oficialista, la injusticia, la pobreza, el éxodo sin fin?).
Que irónico, mamá. Vos que siempre fuiste tan humilde y tan anónima en vida, te has convertido en noticia con tu muerte. Que triste y qué indignante vernos en el velorio de tu cuerpo ausente, con una vela encendida ante la foto de tu sonrisa, transformada en la tapa de los diarios y en la imagen central en los noticieros de televisión.
Si al menos todo esto sirviera para ayudarnos a ver y entender mejor lo que está pasando, y nos llevara a comprometernos a trabajar por cambiar las cosas para construir un Paraguay distinto, en donde irse del país sea una opción libre para cada ciudadano y ciudadana, y no el desesperado y único camino que nos queda, entonces quizás tu sonrisa borrada y tu muerte tan lejana no sería tan en vano, querida mamá. Y del hueco doloroso de tu ausencia irradiaría una nueva luz de amor y de esperanzas.

viernes, 2 de noviembre de 2007

En el país del no me acuerdo


“En el país del no me acuerdo
doy tres pasitos y me pierdo
un pasito para allí
no recuerdo si lo di
un pasito para allá
!ay, que miedo que me da!
En el país del no me acuerdo

doy tres pasitos y me pierdo
un pasito para atrás
y no doy ninguno más
porque yo ya me olvidé
donde puse el otro pie.”
(Una canción infantil de María Helena Walsh, escritora, poeta y cantautora argentina)

El 22 y el 23 de abril de 1996: ¿Será que existieron realmente esos dos días en el calendario? ¿O acaso fueron tragados por alguno de esos agujeros negros en el tiempo, como los que imagina con genial delirio el gran maestro de la ciencia ficción Philip K. Dick?
Recuerdo bien aquella tarde, hace más de once años, cuando un colega de la sección política me contó el rumor que incendiaba el país: El entonces comandante del Ejército, general Lino Oviedo, se había peleado con el presidente Juan Carlos Wasmosy y amenazaba con dar un golpe de Estado.
Recuerdo bien esa larga jornada de adrenalina pura en la Redacción de ÚH. Carreras de periodistas y fotógrafos. Teléfonos que no paraban de sonar. El comunicado del embajador norteamericano que confirma la noticia. Las interminables guardias de prensa frente al destacamento de la Caballería. La renuncia de Wasmosy al cargo de presidente de la República firmada en un trozo de papel blanco. La presión de los países del Mercosur y la visita del secretario general de la OEA, César Gaviria. La gente en las calles, los primeros jóvenes carapintadas que iniciaban una larga vigilia democrática en las plazas del Congreso, la salvaje represión de la policía. ¿Ahora resulta que todo fue mentira, que nada de eso fue verdad? Aquella foto del diputado Marcelo Duarte con la sangre que le manaba de la cabeza por el bastonazo de un casco azul, ¿era solo salsa de tomate? ¿Todo no pasó de un grave fenómeno de alucinación colectiva, como uno de esos sueños nebulosos y recurrentes de Denzel Washington en la película Deja Vu?
En la estupenda novela Cien años de Soledad, el escritor colombiano Gabriel García Márquez cuenta cómo una misteriosa enfermedad llamada “la peste del olvido” se abate sobre los pobladores de Macondo y nadie consigue recordar lo que pasa. ¿Será que el Paraguay es Macondo y escribe su historia sobre la arena? ¿Se han contagiado con la peste del olvido los ministros de la Corte Suprema de Justicia que esta semana borraron con el codo lo que habían escrito antes con la mano, al sentenciar que la realidad nunca existió, y que el general Lino Oviedo nunca intentó alzarse contra el Estado de Derecho, y que por lo tanto está libre de toda condena judicial, libre para ser candidato a presidente de la República, como quiere el Tendotá?
¿Se han contagiado también con la peste del olvido el presidente, los ministros, la mayoría de los diputados y senadores, algunos colegas periodistas y analistas que escribieron sobre el intento de golpe de abril de 1996, pero que hoy meten las manos en los bolsillos y silban bajito mirando al cielo, mientras los intereses políticos pasan como con una topadora por sobre la institucionalidad, la credibilidad y la independencia de la Justicia en el Paraguay?
El problema no es Lino Oviedo. Si no fuera porque no puede explicar coherentemente el origen de su cuantiosa fortuna, o porque no se han podido despejar las sospechas sobre su participación en el asesinato del vicepresidente Argaña y de los jóvenes del Marzo Paraguayo, Oviedo sería un fascinante fenómeno político, un interesante personaje para una novela de realismo mágico latinoamericano. Y sí, hay que reconocer que así como pudo ser victimario de libertades públicas y derechos civiles, también fue víctima y prisionero de una mafia político-económica, y hoy está de vuelta, renacido, casi imparable, otra vez convertido en protagonista estrella de la escena política, potencial candidato a presidente del Paraguay.
El problema es lo que se juega detrás de todo esto: la perversión del sistema democrático, la consagración de la impunidad y de la Justicia instrumentada por el poder político, la corrupción fortalecida, la oposición complaciente o vendida, las esperanzas ciudadanas de un cambio democrático cada vez más lejanas aunque todavía latentes.
Y frente a eso, la grata comprobación de que todavía hay mucha gente que se resiste a sucumbir a la peste del olvido y a convivir en el país del no me acuerdo.

jueves, 25 de octubre de 2007

La sonrisa de un angel que se aferra a la vida


Cuando ella sonríe, el mundo se ilumina…
Se llama Milagros de Jesús Noguera Pico, tiene apenas 10 meses de edad, y el nombre no le fue puesto al azar. Que ella esté viva es un verdadero milagro, un prodigio del amor y de la caridad de muchas personas de Ciudad del Este y de todo el Paraguay.
Tiene carita de angel, como esos de las estampitas que se reparten en los bautismos de Iglesia. El pelo rubio insiste en crecer, por más que los médicos le han tenido que pelar la cabeza y llenarla de sondas, agujas, inyecciones, medicamentos, cirugías. A pesar del dolor que siente, ella sonríe en brazos de mamá Lourdes, con todas las ganas de vivir… y el mundo se ilumina.
Milagritos nació con una enfermedad de nombre raro: la hidronefrosis bilateral, que según explican es un mal congénito que dilata los riñones. Cuando ella vino al mundo, en vísperas de la última Navidad, a los médicos les costó diagnosticar porqué lloraba tanto, qué es lo que tanto le dolía. Siempre dentro de una incubadora, con sondas vecical y nasogástrica, estuvo internada en el Hospital Sagrada Familia, de Presidente Franco, y después en el Hospital Los Ángeles, en el kilómetro 7 de Ciudad del Este, donde el 25 de diciembre se descompensó y parecía que no iba a sobrevivir.
Pero el simbolismo de su nombre surtió efecto y ella empezó a reír. La batalla por la vida cobró más y más fuerzas. Manos solidarias le consiguieron un lugar en el Hospital Pediátrico Acosta Ñu, de San Lorenzo, en donde estuvo más de un mes. Allí los médicos le dijeron a los papis que en el Paraguay no hay cura para Milagritos. “Mejor preparen unos 50 millones de guaraníes, como mínimo, y llévenla al Brasil o a la Argentina”, fue el consejo.
Servio, el papá, trabaja duro como ayudante albañil y gana apenas 400 mil guaraníes al mes. Lourdes, la mamá, no puede trabajar desde que comenzó el calvario de la beba, dedicada día y noche a cuidarla. ¿De donde iban a sacar el dinero para tan costoso tratamiento en el extranjero?
Pero los papis no estaban dispuestos a rendirse. Sobre todo Lourdes, que con Milagritos en brazos anda por todas partes golpeando puertas. En estos meses ha conseguido mucho: que la niña fuera sometida a dos cirugías. En la última, en el Hospital Nacional de Itauguá, le sacaron el riñón izquierdo, el que menos funcionaba, y sometieron el otro riñón a un fuerte tratamiento para detener la infección.
Ahora Milagritos necesita otra cirugía fundamental, un reimplante de uretra, ya que en lugar de las dos normales, ella nació con cuatro. Para completar lo que costará la operación, sus padres necesitan unos 15 millones de guaraníes. Suma inalcanzable para ellos, que ya han gastado casi todo lo que tienen.
Por eso, aquí vamos, toda Ciudad del Este y Alto Paraná, en una cruzada por salvar la vida de este angel que sonríe y se aferra a la vida. Muchas personas se han unido y distribuyen volantes en las calles o vía Internet. El sábado 27 se realiza un maratón solidario en la Plaza de la Paz, frente a la Municipalidad de CDE. ¡Todos juntos con Milagros!
Algo pasa en el Paraguay, en estos días. Primero fue el caso de la pequeña Mía Valentina Ortiz, que sensibilizó al país en una cruzada sin fronteras, demostrando una vez más el gran valor de Internet como red de conexión y comunicación social. Luego el de la pequeña Moira Serafini, que tuvo que ser llevada a la Argentina ante la incapacidad paraguaya para atender su grave enfermedad. Y ahora, desde el Este, el caso de nuestra princesita Milagros. Todas niñitas de meses, caritas de angel, sonrisas a flor de labio, tan pequeñitas y ya dando testimonios de lucha tenaz y de amor a la vida.
Por detrás de estas historias está la dura y cruel realidad de un Estado indolente que no tiene respuestas para las enfermedades graves y complejas, y que deja a su población abandonada a su suerte. Está la dura y cruel realidad de los seguros médicos privados que directamente excluyen de cualquier plan a este tipo de casos, y solo queda apelar a la solidaridad ciudadana, un valor tan paraguayo que gracias a Dios sigue vivo y latente, y puede hacer la diferencia entre la vida y la muerte. Está la dura y cruel realidad de tantos niños y niñas humildes que simplemente se mueren, porque sus padres no han sabido o no han podido acceder a los medios de comunicación para impulsar una campaña solidaria.
Si, convengamos en que la caridad asistencialista no es solución de fondo, tan solo un parche para un problema estructural… pero es un parche que salva vidas humanas. Y mientras esperamos que políticos y autoridades más sensibles y patriotas se preocupen por crear un sistema de salud más justo y equitativo, tratemos de no dar la espalda a este llamado de solidaridad.
Los que quieran ayudar a salvar la vida de Milagros de Jesús pueden acercar sus aportes a los teléfonos (0983) 291426 y (061) 575001. ¡La sonrisa de un angel les está esperando!

viernes, 19 de octubre de 2007

Yo fui testigo de aquel crimen


“Siete caídas pasaron por mí,
y todas las siete desaparecieron.
Cesó el estruendo de las cascadas,
y con él la memoria de los indios…”.


Recuerdo vívidamente la primera vez que las ví y las sentí, como uno de los momentos más emocionantes de mi existencia. Aquella tarde de mayo de 1970 yo era apenas un febril niño de 9 años, recién llegado desde Yhú a la frontera de Salto del Guairá, y mi padre me llevó a ver las “Siete Quedas” (así las llamaban, en portuñol).
Nunca me alcanzaron las palabras para describir tanta maravilla. Caminamos varios kilómetros por un sendero en medio del monte, mientras un asustador retumbo iba creciendo como el rugir de un monstruo medieval. Cuando el estruendo se volvió ensordecedor, sentí que frescas gotas de agua se filtraban entre el follaje y me golpeaban suavemente en el rostro.
-¿Llueve…? -le pregunté a Papá.
-No -respondió-, son las lágrimas de las Siete Quedas.
La espesura se abrió y emergimos del lado paraguayo en lo alto de un risco, frente a la séptima caída, la más grande, la denominada Garganta del Diablo, aunque hubiera sido más propicio llamarla Garganta de Dios. Torrentes de espumas blancas que bramaban enloquecidas, arrojándose por las laderas de basalto negro, enmarcadas por el verde bosque atlántico, contra un cielo increíblemente azul. Como si aún faltaran colores, las murallas de agua saltaban contra el Sol para componer embriagantes arcos iris.
Desde ese día me volví un fanático y enamorado de los Saltos del Guairá. Me escapaba de casa bien temprano a la mañana, con una mochila al hombro, para explorar hasta la noche cada rincón de mi edén particular. ¿Siete Caídas? ¡Yo conté más de cien, de todos los tamaños, colores y formas!

“Y desaparecen
por la ingrata intervención
de los tecnócratas.
Aquí, siete visiones,
siete esculturas
de líquido perfil
se disuelven
entre cálculos computadorizados
de un país que va dejando de ser humano
para volverse empresa gélida...”.


El día en que supe que iban a morir ahogadas “en nombre del progreso”, bajo el nivel del embalse de la “mayor hidroléctrica del mundo”, sentí una gran aflicción. Yo tenía entonces 17 años, y gracias a la generosidad de mis amigo y maestro Pablo R. Benítez conducía un breve programa radial de comentarios, “Hechos y cosas”, en los mediodías de ZP 27, Radio Mbaracayú. Aquel día titulé mi columna: “Un asesinato ecológico”.
Quizás me olvidé de que vivíamos bajo la dictadura del general Alfredo Stroessner, y que las obras del Superior Gobierno no se cuestionan. Un soldadito vino a buscarme a la radio y me llevó “demorado” hasta la delegación, donde luego de varias horas de espera inquietante apareció el jefe de policía para darme una “reprimenda paternal” sobre el ejercicio responsable del periodismo en la “democracia sin comunismo”.
Me dejaron en libertad, solo para enterarme en la radio de que mi programa había sido cancelado “por orden superior”. Ese día tuve la certeza de que iba a ser periodista para siempre.

“Del movimiento surge una represa
de la agitación, un silencio
empresarial, de hidroeléctrico proyecto.
Vamos a ofrecer todo el confort
que luz y fuerza tarifada generan
a costo de otro bien que no tiene precio
ni rescate, empobreciendo la vida,
en la feroz ilusión de enriquecerla”.


Entre el 13 y el 27 de octubre de 1982, asistí a la lenta agonía de los Saltos del Guairá, cuando se cerraron las compuertas de Itaipú y empezó a crecer el gran lago formado por el embalse. Fue como esa triste escena de “Titanic”, cuando Leonardo Di Caprio nunca acaba de morirse. Pero no era una película, sino la dolorosa vida real.
El agua del Paraná iba subiendo, pero el remolino de los saltos no quería apagarse, y seguía agitándose con un borboteo blanco y espumoso, cada vez más débil. Vi lágrimas en los ojos de las personas que miraban desde la costa paraguaya. Después ya no pude ver nada, porque mis ojos también estaban húmedos.
Allí donde estaba todo el furor y la magia de una de las siete maravillas naturales del mundo, hoy solo queda un quieto e inmenso lago de aguas tristes, junto a una ciudad que solo le guardó el nombre, pero que dejó morir a su principal riqueza sin animarse a alzar la voz.
Hace 25 años, yo fui testigo del mayor asesinato ecológico de toda Sudamérica… y no es algo de lo que tenga particular orgullo.

“Siete Caídas por nosotros pasaron
y no supimos amarlas
y todas las siete fueron muertas
y todas las siete mueren en el aire
siete fantasmas, siete crímenes
de los vivos golpeando a la vida
que nunca mas renacerá..."


(Los versos son del gran poeta brasileño Carlos Drummond de Andrade, la voz más crítica y clara que se alzó en defensa de los Saltos del Guairá. Este texto fue escrito también para al diario digital SopaBrasiguaia.Com, de Foz de Yguazú, que en estos días está publicando una saga sobre los 25 años de la muerte de la Siete Caídas).

lunes, 15 de octubre de 2007

Ciudad del Este confidencial


Si sos de los que creen que Ciudad del Este es solo un conglomerado de caóticas calles atestadas de vendedores y “sacoleiros”, espacio de marginalidad y contrabando donde adquirir desde devedés piratas hasta ametralladoras Uzi a precios increíbles… dejame contarte que te estás perdiendo lo mejor de la película.
CDE es la “cueva de Alí Babá del Universo”, como la bautizó el novelista catalán Manuel Vázquez Montalbán, o “Puerto Trucho”, como la caricaturiza el escritor argentino Martín Caparrós, pero más allá de prejuicios y estereotipos es un fascinante laboratorio sociológico donde conviven múltiples culturas (paraguayos, brasileños, argentinos, chinos taiwaneses, musulmanes, hindúes, judíos, bolivianos, alemanes, indígenas, afromericanos…), la ciudad de los amplios espacios verdes y un torrentoso río de aguas que cantan, la de noches rumorosas y atardeceres mágicos, la de artículos exóticos y sorpresas culinarias, la de grupos sociales con laboriosidad de hormiguero humano.
Si llegás en avión, el aeropuerto Guaraní es mejor que el Silvio Pettirossi de Asunción (perdón, de Luque). Tiene radar y todo, pero queda a 27 kilómetros del centro y un viaje en taxi te cuesta tanto como el vuelo.
Una linda opción es venir en ómnibus. Hay buenos servicios de coche cama a la noche, viajás en sueños para llegar al alba, cuando la frontera se despereza y comienza el vértigo. La estación terminal está sucia y deteriorada, pero bajás somnoliento y no te fijás en detalles.
Si venís en auto, tomate algún calmante. Yo estaba convencido de que Asunción es la ciudad donde peor se maneja … hasta que me tocó hacerlo en CDE. Tiene amplias autopistas y avenidas, rotondas y accesos alternativos, pero nadie respeta nada. Es la ley de la selva. Cualquiera atropella por cualquier lado, hay miles de “motoqueiros” kamikazes a cien por hora, embotellamientos infernales, y los agentes de tránsito visten uniformes tipo Rambo.
Hay muchas opciones de alojamiento pero falta un buen hotel cinco estrella. Un grupo inversor argentino anuncia para 2008 la rehabilitación del Hotel Casino Acaray, con nivel cuatro estrellas y suites con vistas al Puente de la Amistad. Para quienes quieran combinar el confort y la belleza natural, el Hotel Casablanca, en el Paraná Country Club, es un edén verde y florido con terrazas a orillas del legendario río.
¿Lugares donde comer bien? En el tercer piso de la tienda Monalisa hay un elegante restó con finos platos y precios en dólares, donde uno puede cruzarse con celebridades del fútbol como Rivaldo o Ronaldo, y en el sótano está la mejor bodega del Cono Sur, con más de 200 mil botellas de vino, principalmente francés.
Mi lugar favorito es “El Puerto”, frente al shopping Mirage, agradable taberna española que sirve un impagable camarón al ajillo. El restaurante Pharaone, del complejo Mita’i, es otro de los sitios de buena gastronomía. A nivel más popular, nada como el Carlitos, o el Cavi.
Hay un mito generalizado de que CDE muere a las cuatro de la tarde y no tiene vida nocturna. Es falso. Aunque los esteños son reacios a salir, hay cada vez mejores locales de espectáculos, discotecas, bares, karaokes, parrilladas. Personalmente me gusta el pub “La ribera del río”, detrás de la Catedral, donde se puede tomar un trago viendo pasar las canoas de contrabando por el Paraná. Los viernes hay show de música en vivo, grupos locales de buen rock, jazz o blues.
El barrio cheto es Boquerón, especie de Las Carmelitas fronterizo, con bellas casas residenciales alrededor del Lago de la República. Lo de lago parece chiste, pues se trata de un gran charco artificial formado por un contaminado arroyo, aunque de allí toman el agua corriente que siempre falta, a pesar de que tienen el Paraná inmenso a mano. Al atardecer el lago hasta parece lindo y da gusto salir a correr por sus orillas, haciendo “faces”.
Ya les iré contando más. En estos días le contestaba un mail al amigo Alfredo Boccia: “Si en vez de periodista fuese aduanero, hubiera sido un gran premio que me destinen a la frontera, pero tiene sus ventajas: aquí no tenemos a Oviedo, ni a Nicanor, ni a Lugo, ni siquiera a Julio Colmán o Magdaleno Silva, y hasta nuestro cacique local, Zacarías Irún, empieza a caerme simpático. Si te rompen mucho las bolas, cruzás un rato el puente y al otro lado tenés samba, garotas, caipiriña, feijoada, eré eréa…”. Solo era una broma, claro, pero se lo decía muy en serio.

martes, 9 de octubre de 2007

Yo quiero ser parlamentario

Querida mamá:
Te escribo para contarte que ya resolví la profunda crisis existencial y vocacional que me tenía re-angustiado, desde que terminé la secundaria. Por fin se acabó toda la profunda duda y la interminable discusión en la mesa familiar acerca de cual carrera universitaria seguir, qué profesión abrazar en la vida: arquitecto, ingeniero, maestro, medico, abogado, modelo o futbolista.
Es que ayer leí una noticia publicada por un diario y se me iluminaron los ojos. ¡Al fin vi la luz! Me convencí automáticamente: ¡Mamá, yo quiero ser parlamentario!
Claro. ¿En que otra carrera, oficio, profesión o lo que sea, en este país, puedo aspirar a ganar un salario fijo o disfrazado de aproximadamente 20 millones de guaraníes? ¡Ni el presidente de la República gana eso! (Al menos, no oficialmente).
Para más, ahora -en otra de esas geniales maniobras de hacer o modificar las leyes a su medida y conveniencia-, los legisladores acaban de auto-concederse una jubilación privilegiada con apenas cinco años de aporte, en que cada uno, al dejar su banca... ¡recibirá cerca de 70 millones de guaraníes!
No, no, no... ya no tengo ninguna duda, madre mía: ¡Yo quiero ser parlamentario!
¿Médico...? ¿Para qué...? ¿Para sufrir la impotencia de ver morir a mis compatriotas, formando cola ante esos monumentos al vacío que insisten en llamar hospitales? ¿Para pasarme en manifestaciones como esos que ahora están en la calle, mendigando un pequeño porcentaje más sobre el miserable sueldo que ganan, y ser garroteado por la policía? ¡Ah, no!
¿Maestro...? ¿Para qué...? ¿Para auto-engañarme creyendo que la educación les importa a quienes no la tienen y deben decidir cuánto dinero invertir en el futuro del país? ¿Para enseñar ad honorem y morirme de hambre, esperando eternamente un rubro que nunca llega? ¡Wákala!
No hablemos de un empleo "normal" a los que apenas acceden los ciudadanos comunes, con un salario mínimo de 1.089.103 guaraníes (poco más del 5% de lo que ganan los parlamentarios). Ni pensar en los miles de desempleados, en los que sobreviven en las calles, en lo que son condenados a la marginalidad y la pobreza más espantosa. ¿Cuantos podrían vivir un año con el sueldo mensual de un diputado?
¿Futbolista...? No deja de ser otra opción tentadora. Ahí lo tenés a Roquegol o a Dos Santos, ganando millones de euros. Pero hay que sudar la camiseta, cuesta mucho sacrificio y siempre está el riesgo de que te rompan el alma en el próximo partido.
En cambio, ser parlamentario... ¿que esfuerzo exige? Venís cuando querés en tu 4x4 con aire acondicionado hasta el edificio del plato volador, te sentás en tu sillón a decir todas las pavadas que se te antojen, hablás por celular, levantás la mano cuando hay que votar según lo acordado, fumás en el recinto cerrado sin importarte que esté prohibido, inflás el presupuesto hasta la estratósfera (total la plata no va a salir de tu bolsillo)... y nadie te puede sancionar, para eso están los fueros. ¡Que lindo!
No, mamá. No me contradigas. Ya sé que los parlamentarios son elegidos para otra cosa, para representar democráticamente al pueblo, para responder a las necesidades de la gente, para legislar a favor del bien común... ¡Japoina!
Así que, basta de discusión. Ser legislador es lo más mbareté, lo más jaryi, es ser un winner total, luego. ¡Yo quiero ser parlamentario!
Besos.
Tu hijo (el futuro diputado).

viernes, 5 de octubre de 2007

¡No a la censura del Orkut!

Si no fuera por el Orkut, Última Hora no habría publicado la mayor primicia periodística del 2007: el hallazgo con vida del locutor Enrique “Kike” Galeano, a quien se consideraba desaparecido y asesinado. Una internauta lo detectó en su comunidad y proveyó el dato. A través del Orkut contactamos con él para que acepte ser entrevistado en Sao Paulo, Brasil, en julio pasado, y emerger desde la clandestinidad a dar vuelta la historia.
Por intermedio del Orkut, el cyber-periodista Guilherme Dreyer, del blog SopaBrasiguaia.com, de Foz de Yguazú, pudo obtener valiosas pistas sobre el robo de billetes de 50 mil guaraníes de la Serie C, cuando halló que un joven brasileño ofrecía dinero paraguayo por internet a menos de su valor real.
El Orkut fue la principal fuente de información de la colega Mabel Renhfeldt, del diario ABC Color, en sus reportajes sobre el presunto enriquecimiento ilícito del actual director paraguayo de Itaipú, Víctor Bernal, pues los propios hijos y familiares del funcionario habían alzado allí reveladores datos y fotografías sobre costosos viajes y fastuosos bienes adquiridos.
Son apenas tres ejemplos de la utilidad de este sitio en internet.
En 2001, Orkut Büyükkökten, joven ingeniero de origen turco, creó en la universidad de Stanford, Estados Unidos, un programa llamado Club Nexus, que solo pretendía establecer un “registro” de amigos que comparten intereses en la red. Tuvo tanta aceptación que de allí nació una empresa, Affinity Engines, y el proyecto se transformó en un producto comercial, bautizado como InCircle. Como sucede con todo lo que tiene éxito en Internet, la poderosa compañía Google ofreció un contrato millonario a Büyükkökten y relanzó el programa con el nombre de su creador, en enero de 2004. Hoy tiene cerca de 70 millones de usuarios en el mundo.
El Orkut es una red social para hacer relaciones y formar grupos o comunidades por temas y categorías, abrir foros y debates, compartir datos, fotos y videos, establecer citas, hacer anuncios, enviar mensajes, etc. Lo mágico es que se puede hacer amistad o establecer relación amorosa con alguien que pertenece a otra cultura y se halla a millones de kilómetros, pero tiene los mismos sueños e ideales que uno, y le desvelan las mismas preguntas existenciales.
Me volví “orkutiano” hace poco, cuando entendí que es una herramienta informática útil para el trabajo periodístico. Desde entonces, además de un eficaz medio para mantenerme comunicado con amigos y amigas, voy sumando a nuevos contactos que me enriquecen como profesional y ser humano. Entre mis comunidades hay sitios de idealismo como “Quiero cambiar el mundo”, “Justicia para Ycuá Bolaños”, “Yo quiero mejorar Ciudad del Este”, o sitios de formación profesional y debate como “Periodismo en español”, “Periodismo UNA”, “ÚH digital” o “Leer es un placer”.
Por eso me sentí alarmado en estos días, al oír voces airadas de educadores y padres de familia que piden censurar o clausurar el Orkut en Paraguay, en respuesta a inadaptados sociales que lo mal utilizan para agredir, insultar o amenazar a otras personas. Lo preocupante es que el pedido totalitario encuentra eco en profesionales de la Fiscalía y en legisladores que ya tienen hasta un proyecto de Ley para censurar internet.
Sé que es grave y preocupante que desde la red se promueva el odio, la intolerancia, el racismo o la violencia. Pero, ¿acaso la mejor respuesta es prohibir, censurar, clausurar un espacio de comunicación? También hay inadaptados que usan el teléfono para insultar y hasta amenazar de muerte. ¿A quien se le ocurre prohibir por ello el uso del teléfono?
Como toda máquina, las computadoras interconectadas no tienen moral. Si alguien muere acuchillado, la culpa no es del cuchillo sino de quien lo empuña. El cuchillo en manos de Jack El Destripador es un arma de terror, pero en las de Sarita Garófalo hace manjares en la cocina, en las del tallador Zenón Paéz produce obras de arte, y en las de un médico cirujano permite salvar vidas. ¡Arresten a Jack El Destripador, pero no le quiten el cuchillo a Sarita, a Zenón, ni al cirujano!
Aunque todavía está en pañales, internet es uno de los espacios de mayor libertad del que hoy dispone la humanidad para comunicarse, informarse, expresarse y ayudarse a ser mejor. Paradójicamente, un instrumento tecnológico creado por quienes dominan el mundo, se ha convertido en el único espacio realmente libre de comunicación que ni la CIA, ni el Pentágono, ni todos los servicios de inteligencia y seguridad del planeta pueden controlar.
¿Vamos a dejar que los totalitarios nos quiten pedazos de cielo informático?
Ayer fue Radio Ñandutí, ABC, Última Hora, La Tribuna, El Pueblo, El Radical, Comunidad, la obra teatral “San Fernando”...
Hoy puede ser el Orkut.
Mañana, quien sabe…
¡No a la censura!

lunes, 1 de octubre de 2007

Ponete en bolas Nicole o las faltas éticas de la prensa


Hace dos semanas, una noticia se instaló con fuerza en importantes medios periodísticos de la Argentina, incluyendo a Clarín y La Nación, y llegó como si se tratara de una información seria —aunque pintoresca— hasta las páginas de prestigiosos diarios internacionales, como La Vanguardia de Barcelona y El País de Madrid.
Relataba que un singular comando terrorista había secuestrado a uno de los más queridos perros de la conocida modelo Nicole Neumann, y exigía como rescate que ella haga realidad la promesa de desnudarse totalmente en el centro de Buenos Aires, que había formulado el 29 de agosto en repudio al uso de pieles de animales, pero que no llegó a cumplir al ver que una verdadera multitud la esperaba en el lugar. "Te sacás la ropa, te devolvemos al perro y todos contentos. Ahora... si no querés acceder, te lo hacemos abrigo para el frío", le advertían con tono macabro.
La amenaza se propagó desde Internet (se puede ver en: http://hacetecargonicole.blogspot.com/). Los miembros del denominado MPBN (Movimiento Ponete en Bolas Nicole) aparecían como en los videos de Al Qaeda o el IRA, enmascarados bajo una bandera con las siglas de la organización, aunque sus máscaras eran las del osito Winnie Pooh y del asesino serial de la película Scream. Lo que le daba cierta credibilidad es que los secuestradores mostraban a un perro collie cautivo, muy parecido al que Nicole había exhibido en fotografías.
La noticia rebotó durante días en radios, programas de tevé y páginas de periódicos. En su última edición, el dominical Perfil reveló la verdad: los presuntos terroristas no eran otros que seis audaces creativos de una agencia publicitaria, que decidieron realizar un experimento para ver hasta dónde los medios cumplen su responsabilidad ética de chequear si una información es verdadera o no, antes de publicarla. El resultado es simpático, pero preocupante: Casi todos divulgaron la noticia sin preocuparse en confirmar cuanto de cierto había detrás.
Me recuerda el ejemplo local que tanto le gusta citar en sus discursos al hiperactivo y verborrágico Tendotá: la historia de la mujer que en febrero pasado denunció en Concepción que una enorme boa kuriju devoró a su marido, y que todos los medios publicaron con gran destaque, hasta que al día siguiente se descubrió que más que una gran boa era una gran bola.
No será Nicole desnuda, pero la fabuladora concepcionera también ayuda a desnudar la vulnerabilidad de nuestro trabajo cotidiano, y lleva a preguntarnos si, en la vertiginosa carrera por dar primero la más espectacular noticia, en qué medida somos fieles a los principios éticos y profesionales.
Hasta ahora el periodismo paraguayo no cuenta con un código de ética institucionalizado. En 1994, el Sindicato de Periodistas del Paraguay (SPP), bajo la dirección de la colega Susana Oviedo, puso en marcha una serie de talleres, que contó con la asesoría del colombiano Javier Darío Restrepo, gran gurú internacional de la ética periodística, y logró la elaboración de un código de 20 artículos, que fue aprobado a medias en una reñida asamblea. Pero los directivos del SPP que vinieron después ya no le dieron importancia y el código se quedó allí, en el limbo, como tantas cosas en este país.
En estos días, junto a un nuevo manual de estilo, la redacción de Última Hora está analizando el borrador de lo que probablemente será el primer código institucional de normas éticas de un diario nacional. También el novel Foro de Periodistas Paraguayos (FOPEP) ha abierto el debate para un nuevo código de ética que sea elaborado por todos los trabajadores de comunicación en el país.
El instrumento es necesario, no como un elemento de castigo o sanción moral, sino como referencia de lo que hay que hacer, y lo que no. Las malas prácticas profesionales pueden causar un grave daño a la calidad de la tarea informativa y, en consecuencia, a la democracia. Se requiere de un periodismo menos fatalista y más positivo, que evite el sensacionalismo y el escándalo, que respete el derecho a la intimidad y el derecho a réplica, que no manipule ni contamine los hechos, que sea riguroso en la investigación y el análisis, que ofrezca la información que la sociedad necesita para ser más libre.

martes, 25 de septiembre de 2007

Ciudad del Este en la literatura universal


"El Puente de la Amistad está colapsado por el tráfico de la caravana de turistas que acuden a Ciudad del Este a comprar a precios paraguayos todo cuanto pueda contener la cueva de Alí Babá del universo".
Así describe el escritor catalán Manuel Vázquez Montalbán a la capital del Alto Paraná, hacia el final de su novela "Quinteto de Buenos Aires" (Editorial Planeta, 1997), la aventura argentina de su afamado detective Pepe Carvalho.
En este libro, el antepenúltimo de la larga Serie Carvalho, el investigador privado que alguna vez mató a Kennedy, que fue militante del Partido Comunista y luego agente de la CIA, refinado gurmet y caracterizado por quemar libros como peculiar homenaje a los literatos que admira, llega a la ciudad Reina del Plata para envolverse con el tango, los desaparecidos y Maradona.
Con esta novela, el escritor hizo su primera aproximación a la capital del Alto Paraná. Todavía no con su detective, sino con el villano, el capitán Doñate, quien fuera uno de más feroces represores de la dictadura argentina, y que se ve obligado a huir al Paraguay, ingresando por Ciudad del Este.
Así lo narra: "Camina el capitán a paso ligero por la acera del puente, sobrepasando a los obsesos compradores atraídos por la ciudad campamento de Ciudad del Este, falsificadas marcas de París o de la ciudad universal del consumo en almacenes gigantescos de frontera, como depósitos para mercancías de una huida, abiertos a calles sin asfaltar donde circulan las aguas podridas de las cloacas rotas y las aguas perdidas de las lluvias recientes".

MILENIO. Vázquez Montalván, nacido en Barcelona en 1939, es uno de los escritores más leídos en España y con más difusión internacional. Entre su vasta producción bibliográfica, ocupa un lugar especial la serie de 23 novelas protagonizadas por el detective Pepe Carvalho.
La última, titulada "Milenio Carvalho" fue la más promocionada, ya que el autor falleció de un infarto en el aeropuerto de Bangkok, antes de llegar a publicarla. El voluminoso libro, editado "post morten" en dos partes ("Rumbo a Kabul" y "En las antípodas") viene a ser su gran obra de despedida, en donde Pepe Carvalho y su escuálido asistente Biscuter, prófugos de la polícia y buscados por una secta de asesinos, deciden emprender la vuelta al mundo, caracterizados como dos personajes de Flaubert, Bouvard y Pécuchet, en vísperas de la llegada del año 2000.
Los protagonistas, émulos de Phileas Fogg y Picatoste, o de don Quijote y Sancho, van tejiendo un alucinante itinerario que los lleva por el mediterráneo hasta la invadida Afganistán, de allí a Bangkok, Australia, donde cruzan el pacífico en un velero hasta Chile, Argentina y un breve paso por Paraguay, que es el punto de la obra que nos interesa.

EN EL ESTE. "Y se fueron a Ciudad del Este, a pesar de la no muy entusiasmante propaganda turística convencional sobre una población antiguamente llamada Puerto Presidente Stroessner, en alabanza al entonces dictador de Paraguay, ahora presentada como una horrible y contradictoria -por lo destartalada- ciudad comercial, perteneciente a la geografía universal de las ciudades mercado de mercancías sin impuestos", dice la novela.
Cuentan que Manuel Vázquez Montalván visitó fugazmente la capital del Alto Paraná a mediados de los años 90, luego de un recorrido por las Cataratas de Yguazú. Al igual que el director de cine Michael Mann, el escritor quedó fascinado por el caos fronterizo y tomó notas descriptivas, pensando ya en usarlo como escenario para alguna de sus novelas.
En la segunda parte de "Milenio" hay al menos dos capítulos, en los que Carvallo y Biscuter se mezclan entre los "sacoleiros", explorando las calles de la cosmopolita ciudad paraguaya fronteriza.
"Los atraía la otra Ciudad del Este, la de las grandes marcas internacionales falsificadas, la de las tramas de traficantes de armas, de drogas, de blancas, conectadas tradicionalmente con los altos cargos militares paraguayos", señala otra parte del texto.
Sugestivamente, el detective Carvalho, fanático explorador de las comidas exquisitas en cada lugar que recorre, no se siente interesado en indagar ningún sabor de la cocina paraguaya, ni en quemar los libros de ningún escritor guaraní. Preferirá beber una caipiriña en un bar del centro de Ciudad del Este, aconsejarle a Biscuter que no compre los baratos perfumes Farenheit ni los abrigos Armani, presumiendo que son falsos, pero el asistente los compra igual en una de las tiendas.
Un casual encuentro con un motociclista, que resulta ser uno de los militares represores argentinos refugiados en el Paraguay, acabará en una invitación a cenar en un chalet residencial de las afueras, donde la esposa paraguaya cocinará chancho a las brasas, frijoles fritos, papaya con zumo de lima y la infaltable caipiriña, en medio de una larga disquisición sobre el regreso de los "bolches", Lula, Chávez y Fidel Castro, el Foro Social de Porto Alegre, hasta la necesidad de huir rápidamente a espaldas de dos "motoqueiros" hasta el hotel de Foz de Yguazú.
Eso será todo, pero allí está: La imagen de Ciudad del Este consagrada en la literatura policial.
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Obras:
* "Quinteto de Buenos Aires". Serie Carvalho, Manuel Vázquez Montalbán. Editorial Planeta, 1997
* "Milenio Carvalho". 1. Rumbo a Kabul. 2. En las antípodas. Editorial Planeta, 2004.

lunes, 24 de septiembre de 2007

El periodismo en los tiempos de Gabo

Muchos años después, frente al pelotón de reporteros que lo fusilaban con micrófonos y cámaras, el Nóbel de Literatura colombiano Gabriel García Márquez habría de recordar aquel día lejano en que decidió arrojar por la borda una prometedora carrera de abogado, para dedicarse al precario e inestable oficio del periodismo.
Tenía 21 años de edad. Había abandonado abruptamente el segundo año de derecho en la Universidad Nacional de Bogotá, para huir de las oleadas represivas que siguieron al asesinato del líder liberal Jorge Eliécer Gaitán, el 9 de abril de 1848. Acabó refugiado en un prostíbulo de Cartagena de Indias, sin dinero y sin saber qué hacer, cuando un casual encuentro con el médico y novelista Manuel Zapata Olivella le abrió la posibilidad de escribir para el diario local El Universal.
Hasta entonces, el flaco y tímido joven llegado desde una aldea perdida en la región bananera colombiana, llamada Aracataca, solo había publicado tres cuentos primerizos en el diario El Espectador de Bogotá, que le habían dado un cierto prestigio de "promesa literaria", pero nada estaba más lejos de su ánimo que dedicarse al periodismo.
El 21 de mayo de 1948, en la página 4 de El Universal, se estrenó su columna "Punto y aparte". Desde la primera línea ya establecía el sello de un estilo: "Los habitantes de la ciudad nos habíamos acostumbrado a la garganta metálica que anunciaba el toque de queda".
Entre aquel hotel de putas y aquella redacción provinciana empezaron a escribirse no solo las páginas de su primera novela, "La Hojarasca", que publicaría en 1955, prefigurando al mayor escritor de ficción que ha dado América Latina, sino también empezaba a forjarse uno de los más genuinos maestros de lo que el propio García Márquez bautizaría más adelante como "el mejor oficio del mundo": el periodismo.

Nace un gran reportero
En El Universal de Cartagena y El Heraldo de Barranquilla, García Márquez se dio a conocer como columnista estrella, pero fue en el diario El Espectador de Bogotá, para el cual trabajó desde febrero de 1954, donde nació su vocación de gran reportero.
Su consagración llegó en marzo de 1955, con la historia del marinero Luis Alejandro Velazco, que sobrevivió milagrosamente al naufragio del barco destructor Caldas, tras pasar 13 días a la deriva en medio del mar. Marcando una radical diferencia con los demás periódicos, que ofrecían clásicas versiones informativas, García Márquez publicó el relato en forma novelada, contada en primera persona con la voz del propio protagonista, en una larga serie de 14 capítulos que mantuvo en vilo a toda Colombia.
Aquella epopeya, reunida posteriormente en un libro, con el título "Relato de un náufrago", es considerada hoy un manual de culto para los estudiantes de periodismo en todo el mundo.
Ni la consagración definitiva como novelista que le significó la publicación de "Cien años de soledad" (1967), ni siquiera la cumbre de la gloria de ganar el Premio Nobel de Literatura (1982), han hecho que se apartara del periodismo, su otro gran amor.
Entre sus libros hay dos que fueron escritos con técnicas de periodismo puro. El primero es "Las aventuras de Miguel Littín clandestino en Chile" (1986), en el que narra de manera apasionante la visita realizada por el director de cine chileno a su país natal, luego de 12 años de exilio, para rodar una película documental con identidad falsa, desafiando al sistema represivo del dictador Augusto Pinochet. El otro es "Noticia de un secuestro" (1996), en donde cuenta la historia de nueva personas secuestradas por el Cartel de Medellín del jefe narcotraficante Pablo Escobar Gabiria, en Colombia. Esta obra está siendo llevada al cine por el director mexicano Carlos Carrera, el mismo que dirigió El crimen del Padre Amaro.
A ello se suman sus centenares o miles de artículos para periódicos y revistas, reunidos en varios volúmenes antológicos como "Textos Costeños" (1948-1952), "Entre cachacos" (1954-1955), "De Europa y América" (1955-1960), "Por la Libre" (1974-1995) y "Notas de prensa" (1980-1984).
Pero quizás el mayor legado de Gabo para sus colegas comunicadores es la creación de la Fundación para un Nuevo Periodismo Iberoamericano (FNPI), que desde hace una década impulsa la capacitación y la promoción de un periodismo más ético y de calidad, impartiendo talleres y cursos, otorgando becas y premios, en todo el continente.
No es un detalle gratuito que la sede de la Fundación está en Cartagena de Indias, la misma ciudad en donde, hace casi 50 años, un García Márquez pobre y desorientado se decidió a abrazar la carrera periodística, y al contrario de las estirpes condenadas a cien años de soledad, encontró su segunda oportunidad sobre la tierra.

miércoles, 19 de septiembre de 2007

El desafío de ser periodista

Tenía 17 años cuando ingresé a la UNA con la intención de aprender periodismo. En realidad, lo que aprendí fue a beber cerveza. Lo mejor que tenía la facu era el bar de enfrente, con las mesas en el patio, donde uno podía escuchar a los Beatles, discutir y arreglar los conflictos del mundo entre copa y copa, ver pasar a las sensuales compañeras y darse el gusto de elegir con quien soñar esa noche.
Nunca pude terminar la carrera universitaria. No porque las materias fueran difíciles, ...simplemente eran insoportables. Aún así pude trabajar en los medios, ganar premios de reportajes y hasta ser invitado a dar charlas en las facultades de comunicación, lo cual no se si habla bien de mi o muy mal del periodismo.
Me hice periodista porque tengo miles de preguntas que me consumen el alma. Porque quiero saber y entender qué pasa, y ayudar a que la gente también sepa y entienda. El mundo sería otro si tuviesemos mejor información para decidir con mayor criterio y conocimiento nuestro propio destino.
No se si el periodismo es el mejor oficio del mundo, como sostiene García Márquez. Se me ocurre que ser médico, o bombero, o payaso, puede ser mucho más digno. No se si necesariamente uno tiene que ser buena persona para ser periodista, o que los cínicos no sirven para este oficio, como cree el maestro Kapuscinsky. Si fuera así, ¿cuántos quedarían?
A pesar de todo, creo que el periodismo es un fin y no un medio. Elegí ser periodista para ser periodista, y no como el camino más corto para enriquecerse, conseguir un cargo público o figurar en una lista de candidatos.

La situación actual del periodismo
El periodismo paraguayo tuvo avances y retrocesos desde la caída del régimen stronista. Ya no tenemos a un dictador que cierra arbitrariamente medios de prensa o manda presos a periodistas por "orden superior", pero en cambio tenemos a un poder político corrupto, vinculado al crimen organizado, con fachada democrática, que intenta evitar las críticas o denuncias que le perjudiquen, ya sea regalando paquetes de publicidad estatal a cambio de silencio o promoción, o ejerciendo presiones y amenazas.
Estas van desde llamadas telefónicas del propio presidente a las redacciones, pasando por el chake de querellas judiciales, hasta el amedrentamiento directo a cargo de sicarios, que pueden llegar al asesinato (casos de Santiago Leguizamón, Salvador Medina, Benito Ramón Jara, Samuel Román, Alberto "Tito" Palma), que nunca son esclarecidos por la Justicia.
Los periodistas de los grandes medios tienen mayor independencia y libertad, pero los de medios pequeños o corresponsales de zonas fronterizas y aisladas son más vulnerables. Hay regiones del Paraguay, como Paraguarí, Alto Paraná o Amambay, en donde se vive bajo el dominio de pequeñas dictaduras feudales, que cercenan toda libertad de expresión.
Crece la "itaiputización" del periodismo. El gobierno actual utiliza los millonarios fondos sin control de las entidades binacionales (Itaipú y Yacyretá), y en menor medida de las instituciones públicas, para premiar a los medios y comunicadores que les son más adictos, y castigar a los que son más críticos.
También las licencias para emisoras de radio y tevé se manejan con clientelismo político. La gran mayoría de las radios del interior están en manos de caudillos y empresarios amigos del gobierno, y se usan para hacer propaganda partidaria, más que para informar a la población.
En estos últimos años se crearon más medios y tienen mejor tecnología, aunque sigue siendo baja la calidad del periodismo paraguayo. Hay más facultades de comunicación, pero el nivel de enseñanza es mediocre, y la mayoría de los que egresan de sus aulas deben volver a empezar de cero en una redacción.
Hay graves carencias de ética y responsabilidad al dar una noticia. Hace falta mayor capacitación y autocrítica.

sábado, 8 de septiembre de 2007

Arde, Paraguay, arde


El Paraguay está seco y en llamas. Los bosques y los campos se incendian ante el menor descuido y componen un dantesco escenario que parece calcado de la película Apocalipse now.
Imparables murallas de fuego se alzan en la noche, a los costados de las rutas, devorando pastizales, acorralando a rebaños de animales y asentamientos humanos. La poca lluvia no basta para aplacar la tremenda sed acumulada que tiene la tierra, ni para contener los infernales corredores de fuego. El heroico esfuerzo de los bomberos resulta insuficiente o vano ante el gran número de estallidos.
Al momento de escribir este artículo hay 1.626 focos de incendios detectados en todo el país, principalmente en San Pedro, Concepción, Amambay y Presidente Hayes. En este infierno no solo se consumen pastizales ganaderos o campos improductivos, sino también lo poco que queda de nuestros valiosos bosques y de nuestra siempre amenazada fauna, devorando valiosas reservas naturales.
Las causas son variadas, pero todas surgen de la ignorancia, de la inconsciencia social, de la viciada "cultura del fuego". Alguien que al pasar arroja una colilla de cigarrillo en brasas entre los arbustos. Vecinos que queman alegremente su basura en los terrenos baldíos. Cazadores de apere'a que usan las hogueras para obligar a los roedores a salir de sus madrigueras. Ganaderos que quieren ahorrar dinero y les prenden fuego a sus pastizales resecos, pensando que es la manera natural de renovarlos. Agricultores a quienes les parece más práctico y barato quemar sus "rozados" para abrir nuevas áreas de cultivo en el monte. Todos aparentemente inocentes ciudadanos, a quienes el fuego se les va de las manos "por accidente", hasta volverse un infierno incontrolable.
Es un momento de detenernos a preguntar qué nos pasa. ¿Será que en cada paraguayo o paraguaya hay un pirómano latente? ¿Acaso odiamos tanto a este país, que tenemos que quemarlo en la hoguera, como a la princesa india Anahí, como a Juana de Arco, como a las brujas medievales? ¡Arde, Paraguay, arde...!
El crimen que estamos cometiendo es inexcusable. Cada humareda es veneno tóxico que contamina el aire. Cada foco de incendio es una acción que calcina y empobrece la tierra, un daño ecológico del cual no podrá volver a recuperarse en montones de años. Cada especie vegetal y animal que muere bajo el fuego es también una parte de nuestra propia vida que se acaba.
Estas formas de ecocidio están penadas por la Ley, y quien le prende fuego a un campo o a un bosque puede ser castigado hasta con cinco años de cárcel. Pero... ¿sabe usted de alguien que esté preso por haber iniciado una quemazón? ¿Al menos uno solo de los 1.626 casos?
Ya lo dijo alguna vez el maestro Augusto Roa Bastos: Los paraguayos y las paraguayas hemos nacido en una tierra que se parece a un paraíso, pero hacemos todo lo posible para que se parezca a un infierno.

miércoles, 5 de septiembre de 2007

La Carta de No Despedida

(Esta es la carta que el martes 4 de setiembre les escribí a mis compañeros y compañeras del diario Última Hora. También la quiero compartir con los lectores de este blog:)

Queridos compañeros y compañeras de ÚH:

Esta no es una carta de despedida, lo se, pero algo de eso tiene.
A la vez es una carta de celebración, porque significa enfrentar el desafío del cambio, dar un salto a otra etapa, acelerar el movimiento, redoblar la apuesta... Algo que debería ser permanente para quienes estamos en el periodismo, aunque más de una vez nos dejemos vencer por la rutina, por el acomodamiento, por la burocracia informativa.
Creo que todos ustedes ya lo saben, pero me gusta contarles personalmente: este miércoles 5 de setiembre me mudo a Ciudad del Este.
He aceptado la propuesta profesional de trabajar en el mejoramiento de nuestra Agencia de Corresponsalía en Alto Paraná, apuntando a establecer una Redacción Regional en un plazo breve.
Es la idea de marcar una presencia más fuerte de ÚH en esa región vital del país, en todos los sentidos, pero principalmente periodístico.
Es también la intención de desarrollar un periodismo más integral y ciudadano, que -sin dejar de traer las noticias policiales y de corrupción que caracterizan a la frontera-, pueda captar las otras caras de una región a menudo estigmatizada por prejuicios, descubriendo su dinamismo comercial, sus esfuerzos emprendedores, su propuestas artísticas, su vida cotidiana, su riqueza multicultural.
Y la idea es hacerlo con la propia gente de la zona, potenciando a los corresponsales que ya tenemos, e incorporando paulatinamente a otros jóvenes periodistas.

El lunes por la noche, una amiga dirigente de una de las organizaciones de 1-A me dijo: "¿Qué es lo que le hicieron a Última Hora? Algo tiene de diferente, pero no sé que es". ¿Y te gusta, o no?, le pregunté. "¡Me encanta! Está mucho más interesante, tiene más para leer...", fue la respuesta.
Se que me voy en un momento especial, en que se sienten en el aire de la Redacción de ÚH las vibraciones que producen los vientos del cambio.
Es un buen momento, que produce naturales tensiones, inquietudes, temores... pero también dinamismo, energía, electricidad... y que reactiva nuestras ganas de ser mejores profesionales, de contribuir a que el periodismo paraguayo sea mejor, y que por añadidura pueda ayudar mucho a que este país tan castigado que habitamos sea también mejor.
A mi manera, desde mis posibilidades, quiero contribuir con este cambio.

Agradezco a los directivos de la empresa -sobre todo a Oscar Ayala y Edgar Centurión- por la confianza, y les aseguro que pondré mi empeño en no defraudar las expectativas.
Agradezco a mis colegas del Consejo de Redacción por estos años de enriquecedoras peleas y afinidades, por la pasión desatada, por las críticas y los elogios, por los gritos y los silencios, por los chistes malos y el café compartido, por la grata sensación de que en cada reunión estábamos definiendo no solo la tapa de un diario sino la radiografía cotidiana de un país.
Agradezco especialmente a mis ex compañeros de lo que fue la sección de Reportajes Especiales e Investigación, Susana Oviedo, Jorge Torres y Cristian Cantero, por lo mucho que me dieron y me soportaron. En estos años de trabajar juntos hemos aprendido y crecido mucho, humana y profesionalmente, y la amistad que dejamos crecer nos va a unir por siempre. Les deseo éxitos en sus nuevas secciones, y se que seguirán dando lo mejor de sí en esta nueva etapa.
A los demás compañeros y compañeras de Redacción: Gracias por todo lo que me brindaron, en distintos y particulares momentos. Se que hay críticas, silencios, prejuicios, o malentendidos que quizás no he sabido enfrentar, pero también se que hay un montón de afectos, de admiración mutua, de idealismo y vocación compartida, de honestidad y tolerancia, que nos unen por encima de las diferencias, y que forman un vínculo irrompible que se fortalecerá en la distancia.
A los compañeros y compañeras de Fotografía, Transporte, Paginación, Scanner, Corrección, Talleres, Publicidad, Administración, Marketing, Informática, Recepción, Servicios... gracias por el apoyo constante, por la buena predisposición demostrada en cada uno de los reportajes e investigaciones en que nos tocó trabajar, gracias porque además de buenos compañeros siempre han sabido ser buenos amigos.
Se que no tendría que escribir esta carta. Se que esta no es una despedida, aunque lo sea. Se que mi lugar en la Redacción no se borra, simplemente crece y se extiende hasta cerca del Puente de la Amistad. Se que a cada tanto estaré de visita por aquí, abrazándolos de nuevo y compartiendo experiencias. Se que estaré a mano por teléfono, por el mail, por el chat, por el blog, y por todas las infinitas posibilidades de comunicación que nos abre la tecnología. Se que los esperaré siempre con un rico café cuando vayan a CDE a apoyarnos en el trabajo, o simplemente a pasear y hacer compras. Se que nada cambia, aunque todo sea diferente.

Así que esta es, simplemente, mi Carta de No Despedida.

Afectuosamente.

andres